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Actualizado: 17 de julio de 2025


¿Republicana? ¡Qué horror! ¡Cosa más cursi...! Moderada, ea. Es usted moderada, de fijo. Tal vez, tal vez, algo moderada.... La pobre Reina me da mucha lástima. Bueno, ahora ya que es usted moderada y lo voy a divulgar por ahí para que la prendan a usted por conspiradora.

Y sin moverse había dado sus órdenes. Y doña Rufina, volviéndose a las damas, había dicho sonriente: Ea; ahora fuera gente loca; a la cocina y dejadme en paz. Y se había enfrascado en la lectura de Los Mohicanos de Dumas. Visita hacía muy a menudo semejantes irrupciones en casa de cualquier amiga. Ella entendía así la amistad. ¡Pero si su cocina era infernal!

Estás enferma y te levantas así... ¿Enferma yo? dijo Isidora echándose a reír con descaro . Usted que lo está, de la cabeza, lo mismo que ese tonto de Miquis. Yo estoy buena y sana. ¿Pero a dónde vas? A la calle. ¡A la calle! ¿Y qué vas a hacer en la calle? ¿Necesitas algo? Yo saldré. Ea, ea, no sea usted majadero.

Los dos jóvenes miraron instintivamente hacia el cementerio como queriendo pedir a aquella tumba el valor que les faltaba; pero ambos guardaron un religioso silencio. ¡Ea! dijo el doctor. Ya escucho. Comienza , Antoñita. ¡Pero, tío!... suplicó la joven con embarazo. Ya comprendo, Antoñita repuso Amaury, abandonando su asiento. Perdone usted; me retiro.

Pues si a mano viene me pondré el mejor día a cuidar y limpiar y revolver los enfermos más podridos, y me vestiré una saya, y recogeré niños que no tengan padres, que de eso y de mucho más soy yo capaz... ¡Vaya con la mona del Cielo! Ea... no venga acá vendiendo mérito... ¡Y ángel me soy! Pues para que lo sepa, también yo, si me da la gana de ser ángel, lo seré, y más que usted, mucho más.

Porque es hora ya de manifestar, aunque con la debida reserva, que el mayordomo de D. Félix había perdido bastante de su prístina fortaleza en el comercio de las bellas, según se aseguraba. Tenía las piernas temblonas y estaba más averiado que un visir. ¡Ea! ya está formado el montón.

Vaya, poneos los sombreros, que aquí todos somos iguales, todos somos compañeros de armas, y lo mismo puede matarme a una bala que a vosotros. Ea, bebamos juntos. ¿Tenéis vergüenza porque soy noble y mayorazgo, y vosotros unos pobres hambrones? Fuera necedades; que hoy o mañana las Juntas quitarán todas esas antiguallas, y entonces cada cual valdrá según lo que tenga y lo que sepa.

Maximiliano tuvo tal acceso de coraje, que hasta se ofreció a su mente con caracteres odiosos la imagen de doña Lupe, de su segunda madre. Al subir las escaleras de la casa se serenó, pensando que su tía no sabía nada, y si lo sabía, que lo supiera, ¡ea!... «¡Qué carácter estoy echandose dijo al meterse en su cuarto. Cerró cuidadosamente la puerta y cogió la hucha.

¿Lo ve usted? exclamó la buena señora, volviendo el rostro lleno de dulce condescendencia hacia Mario. ¡Cuando yo lo decía!... Bien, hija mía, bien; yo se lo diré... Para será el desaire si lo hay. Prefiero sufrirlo yo todo. Y para que vean ustedes adónde llega mi complacencia, ahora mismo se lo voy a decir; ahora que está solo en su cuarto... ¡Ea, valor!

Tengo conmigo una llave maestra: puedo abrir; cierto es también que el tío Manolillo puede volver; no por qué me causa miedo ese hombre; pero bien, necesariamente ha de hacer ruido en la cerradura... y puedo muy bien escapar por la ventana, ganarle tiempo y perderme. Me importaba ver á Luisa; pero después de lo que he oído, me interesa más verla á ella. Ea, adelante.

Palabra del Dia

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