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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
¡Ah! se me olvidaba... Estará también una amiga de mi mujer, la señora Liénard, la que principalmente hace uso de los bosques de Val-Clavin... Quizás no te arrepientas de hablar con ella, pues si logras hacerle entender la razón, este negocio del deslinde irá como sobre ruedas... Es la más ardorosa y la más fuerte adversaria de la Administración... ¡Ea, hemos llegado ya!
MÁXIMO. Sí, hija mía. Todo lo que tú determinas, está muy bien. ELECTRA. ¡Tú mira lo que dices...! MÁXIMO. Sé lo que digo. ELECTRA. Que está bien todo lo que yo determino. Todo, todo... ELECTRA. Que conste... Ea, voy y vuelvo volando. MÁXIMO, el OPERARIO. MÁXIMO. ¿Qué hay? OPERARIO. Señor, hoy ha vuelto ese caballero... el señor Marqués de Ronda. MÁXIMO. ¿Y cómo no ha pasado?
CHERINOS. Allá van hasta dos docenas de leones rampantes y de osos colmeneros; todo viviente se guarde; que, aunque fantásticos, no dejarán de dar alguna pesadumbre, y aun de hacer las fuerzas de Hércules, con espadas desenvainadas. JUAN. Ea, señor autor, ¡cuerpo de nos! ¿Y agora nos quiere llenar la casa de osos y de leones?
Ea, quitáos de mi vista... y á vuestro trabajo. Muchas gracias, señor Francisco dijo Cosme Aldaba, porque las últimas palabras del cocinero habían sido para él un favor y un disfavor.
Vuestras Altezas piensan venderlo segunda vez por treinta mil. Ea, señores, aquí le teneis, venderlo.
Viendo Sancho Panza el buen suceso de su embuste, dijo: -Ea, señor, que el cielo, conmovido de mis lágrimas y plegarias, ha ordenado que no se pueda mover Rocinante; y si vos queréis porfiar, y espolear, y dalle, será enojar a la fortuna y dar coces, como dicen, contra el aguijón.
El doctor, que en aquella ocasión era entre los tres el más dueño de sí mismo, se levantó para poner término al dolor de aquella separación que desgarraba su alma. Ellos hicieron lo propio y después de contemplarse en silencio estrecháronse por última vez la mano, mientras el doctor decía: ¡Ea! ¡en marcha, Amaury! ¡Adiós! En marcha repitió Amaury de un modo maquinal.
Ea, Magdalena me dijo después de los primeros cumplimientos, no ponga usted esa cara tan triste. Qué diablo, un matrimonio no es un entierro... Casi exclamé dando un suspiro. Entonces preguntó el notario volviéndose hacia la abuela, ¿la conversión no se ha verificado?... ¡Ay! murmuró la abuela.
Pues usted debe conocer perfectamente a Rita. Cante usted, ea. Señorito, a la verdad.... Yo me crié en esta casa, es cierto; pero sin manualizarme con los señores, porque mi clase era otra muy distinta.... Y mi madre, que era muy piadosa, no me permitió jamás juntarme con las señoritas para jugar ni nada... por razones de decoro.... ¡Ya usted me comprende!
Ea, ya estás libre le dijo su tío llevándole a almorzar a una posada. Lo que importa ahora, demonio de muchacho, es que te marches cuanto antes... Lo demás, me entiende usted, corre de mi cuenta... Yo me encargo de probar que no ha habido tal robo ni tales calabazas... Así se hizo.
Palabra del Dia
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