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Actualizado: 14 de mayo de 2025
¡Son las águilas blancas! Son las águilas blancas y fuertes, cuyo vuelo se expande bajo el palio divino del cielo, y en el largo vibrar de sus alas rampantes se adivinan las notas que componen los himnos de gloria.
Entre la verja y las paredes se aglomeraba una vegetación loca, una selva minúscula, en cuyas espesuras guerreaban y se devoraban los insectos después de enviar interminables expediciones volantes y rampantes á todas las casas próximas. Pasó rozando el panteón para llegar á la entrada de la «villa», hermoso edificio de arquitectura toscana.
CHERINOS. Allá van hasta dos docenas de leones rampantes y de osos colmeneros; todo viviente se guarde; que, aunque fantásticos, no dejarán de dar alguna pesadumbre, y aun de hacer las fuerzas de Hércules, con espadas desenvainadas. JUAN. Ea, señor autor, ¡cuerpo de nos! ¿Y agora nos quiere llenar la casa de osos y de leones?
Desde entonces no ha deslucido Córdoba su bien cimentada reputación: y no por vana jactancia, sino con sobra de motivo, lleva por mote, en torno de los rampantes leones de su limpio escudo: «Corduba, militiae domus, inclyta fonsque sophiae.» Lucano, Séneca, Averroes, Ambrosio de Morales, Góngora y mil otros dan testimonio de lo segundo.
Los ventanales destacábanse sobre las negras masas con un tono blanquecino y lechoso. Manchas de luz se deslizaban lentamente por las pilastras, como fantasmas que descendiesen de las bóvedas; después arrastrábanse por el pavimento cual espectros rampantes, y otra vez volvían a remontarse por las pilastras, hasta perderse en lo alto.
En la casa solar, sobre el gran balcón del centro, campeaba el escudo de los fundadores tallado en arenisca roja; se veían esculpidos en él dos lobos rampantes con unas manos cortadas en la boca y un roble en el fondo. En el lenguaje heráldico, el lobo indica encarnizamiento con los enemigos; el roble, venerable antigüedad.
En el fondo de esta masa verdosa, iluminada con transparencias de ópalo por el sol poniente, veía agarradas a las peñas extrañas vegetaciones, bosques minúsculos, en cuyas frondas pegajosas movíanse bestias de formas fantásticas, rampantes y veloces o torpes y sedentarias, con duras corazas grises y rojizas, erizadas de defensas, armadas de tenazas, de lanzas y de cuernos, dándose caza entre ellas y persiguiendo a seres menos fuertes que pasaban como exhalaciones, haciendo brillar en la rapidez de la fuga su transparencia de cristal.
Era esta otra casa clarísima y antigua. Don Alonso podía usar el blasón de los cinco lises alternados con blancas veneras en campo de plata, o el de los leones rampantes en campo de azur. Los honores habían resplandecido siempre en su familia. Su palacio, heredado de su mujer, se levantaba hacia la parte del Norte, unido a la muralla de la ciudad, según uso inmemorial de los mejores linajes.
Palabra del Dia
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