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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
Porque eso es cuestión de decir: ¡Ea!... Sí, y si me atufo no hay quien me tosa. ¿Pues qué cree usted, que a mí me costaría trabajo cuidar enfermos y dármelas de muy católica?
Permíteme que te lo diga, Velázquez... No eres un hombre regular ni decente... Con mi hija te has portado peor que un gitano... Yo soy así, ¿me entiendes?... Digo las cosas á la cara... Al pan pan y al vino vino... y al que es un falso traidor le digo que es un sinvergüenza... ¡Ea, ya está! ¿Qué hay?... Colocado en este terreno dramático, el viejo tendero concluyó por desafiarle.
¡Pues yo te digo que no quiero oír sandeces, ea!... Buenas noches. Y se volvió del otro lado. D. Pantaleón suspiró hondamente y se volvió también para dormir. Pero a los pocos días, lleno de celo científico y de buena fe, dijo otra vez a su esposa: Carolina, la otra noche estaba equivocado y te dije una falsedad. ¿Qué falsedad? preguntó la buena señora sorprendida.
Tendrías que cantarle el motivo. Se lo cantaré... vaya. Bonita escandalera armarías... Nada, hija, que la trampa te la ponen donde quiera que vayas, y ¡pum!... ídem de lienzo. Pues ea... no me casaré dijo la novia en el colmo ya de la confusión. ¡Quia! Por tonta que te quieras volver, no harás tal... ¿Crees que esas brevas caen todos los días?
Luego me incorporé vivamente, porque Ruperto gritaba con despreciativo acento: ¡Ea, venid! ¡Aquí está el puente! ¡A no ser que Miguel el Negro os lo prohiba, perros, para convertirse él mismo en campeón de su dama! ¡Vén a batirte por ella, Miguel! Si la lucha había de ser entre tres bien podía yo tomar parte en ella, por malparado que estuviese. Di vuelta a la llave, entreabrí la puerta y miré.
Apenas hubo dicho esto Minos, juez y compañero de Radamanto, cuando, levantándose en pie Radamanto, dijo: ¡Ea, ministros de esta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas, y doce pellizcos y seis alfilerazos en brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora!
¿Quién? ¿yo querer á esa mujer?... ¡Si me sofoca ya más que un día de levante!... Si tengo más ganas de soltarla que del premio gordo de la lotería... Porque me carga, ¡ea!... porque me revienta... y está dicho... Y de esta suerte prosiguió todavía dejando caer otras pesadísimas palabras.
Por ti me privaría yo de hablar con todas las mujeres de este mundo... ¡y tú, en cambio, no puedes pasarte sin las guasas de ese tío! Soledad, que reprimía á duras penas la impaciencia, exclamó: ¡Ea, basta ya! Hago lo que se me antoja.
Señora replicó D. José con finura , la puerta de su domicilio está cerrada... herméticamente, muy herméticamente. Pues quiero verle, quiero hablar con él. Yo lo pondré en su conocimiento repuso el corredor de obras, que gustaba de emplear formas burocráticas cuando la ocasión lo pedía. Ea, vámonos, que es tarde dijo impaciente Guillermina . Otro día volveremos.
El sillero se llevó con serio ademán la mano al sombrero, sonrió y dijo lleno de amabilidad: El 8 de Diciembre, día de Nuestra Señora, ha cumplido los diez y seis. ¡Qué atrocidad! ¡Ea! Ya está D. Laureano en su terreno. A los cinco minutos se había sentado formando triángulo con el sillero y su hija.
Palabra del Dia
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