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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Realmente no tengo motivos para pensar que mi felicidad se ha desvanecido. Han vuelto a encontrarse hoy. Ni en él ni en ella he notado nada de particular. Hasta se han hablado con cierta indiferencia. Seguramente el otro día yo he visto visiones. Ella hoy se fue temprano. El saludo que se hicieron sólo demostraba afecto amistoso.

Les hablaba de sus tertulias, de sus saraos, de sus trajes y caprichos, como quien los conoce perfectamente; sacaba comparaciones y argumentos de la vida de sociedad, y esto encantaba a las damas y las postraba a sus pies. Era el confesor de muchas de las principales familias de la capital. En este ministerio demostraba una prudencia y un tacto exquisitos.

La verdad es que tenía razón miss Ana y los demás criados al decir que la señora era quien echaba a perder a la chica. D.ª Carmen, viviendo en una espantosa soledad moral, estaba tan cautivada y agradecida al vivo cariño que a todas horas le demostraba su hijastra, que no tenía ojos para ver sus faltas, y si los tenía carecía de fuerzas para corregirlas.

No importa; se aman, yo os lo aseguro, padre Aliaga; él la hablaba con el corazón... ella le escuchaba con el alma, aunque no lo demostraba, porque doña Clara es muy reservada y muy firme... tan firme como hermosa, noble y honrada; ese joven es un tesoro... si no hubiese sido por ella... ella me procuró á ese valiente defensor, á quien yo ennobleceré de tal modo, á quien levantaré tan alto, que el orgulloso Ignacio Soldevilla no se atreverá á negar á la reina la mano de su hija para ese hidalgo.

Rafael, su amigo y Andresito caminaban lentamente, con cachaza filosófica, mirando el hermoso grupo, sin intentar mezclarse en él. Mientras tanto, Juanito pasaba la tarde en la cocina. Era una tendencia que avergonzaba a doña Manuela la que demostraba su hijo mayor. Apenas se formaba en la cocina una tertulia de criadas, allí estaba él, como arrastrado por irresistible seducción.

Y la hipocondría fría y elegante que dominaba todo su ser demostraba que si algo subsistía después del desaliento ante tales ambiciones tan vulgares, era el disgusto de mismo y al propio tiempo el excesivo apego al bienestar.

Aldea, con animada frase, decía que la madre es disculpable muchas veces, y los hijos inocentes siempre. Con sencillas razones, sin artificio ni esfuerzo, demostraba que la severidad en las costumbres no debe ser rayana en la crueldad, y que, como más consolador, debía preferirse el perdón al desdén con que suelen mirarse en el mundo faltas que tienen mucho de desgracias.

Lo que yo puedo garantizar es que ni entonces, ni mucho después, cumplía con sus deberes religiosos. Si no un incrédulo, cuando menos era un tibio. Mi padre, que jamás ha querido mal a nadie, demostraba caprichosa inquina contra Belarmino. He aquí la razón. Mi padre, de su estancia en Compostela, estaba acostumbrado a moverse en un ambiente de ilustración, como decía él, o sea entre estudiantes.

Cambió de aspecto el lacayo al oír esta revelación; dejó su aspecto altanero y un si es no es insolente; pintóse en su semblante una expresión servicial y cambió de tono; lo que demostraba que el cocinero mayor tenía en palacio una gran influencia, que se le respetaba, y que este respeto se transmitía á las personas enlazadas con él por cualquier concepto.

Respecto a que Tirso diese margen a disgustos de otra índole, por proponerse la conversión de la familia o emprender campaña para despertar su fervor religioso, nada receló: antes era de temer, según el carácter que el cura demostraba, algún rasgo de intolerancia, exceso de celo o frase áspera que turbara la tranquilidad del hogar, porque la falsa circunspección que Tirso observaba oyendo comentar noticias de la guerra se parecía mucho al disimulo.

Palabra del Dia

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