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Actualizado: 16 de junio de 2025
Al verse solo, se lanzó á predicar entre sus compatriotas las ventajas de la civilización de los gigantes. Los descontentos del Imperio, que eran muchos, vieron en él un jefe que podía sustituir á la dinastía reinante. Los sabios le escucharon como un maestro divino, y todas las universidades fueron declarándose discípulas suyas.
Mas como al natural lento y espacioso de los indios cualquiera movimiento acelerado era violencia, y en su tarda y escasa inteligencia era novedad tan extraña é inteligible la que se les proponía por concebirla muy contraria á la pacífica posesión de sus casas, sementeras y bienes que tienen muy pegado su corazón, á pocos días de lo que habían prometido á los PP., empezaron á llamarse engaño y excusarse, ya con el poco tiempo que se les concedía, ya con los muchos trabajos que se les prevenían en los caminos en el transporte de sus ganados, bienes y familias, y el más arduo de volver á fabricar nuevas iglesias y casas, y declarándose resistentes, apelaron: unos, á que sería menos malo quedarse bajo el dominio de los portugueses; pero otros, que eran los más, decían claramente no podían creer que el Rey nuestro señor, que por tantas cédulas les había prometido ampararlos en sus tierras y defenderlos de sus enemigos, podía faltar á lo prometido y pasar á quitarles lo que con derecho natural habían adquirido y poseído por más de 130 años, pues para tan riguroso castigo no hallaban haber cometido ninguna culpa contra el Rey, antes, sí, estaban muy satisfechos de los repetidos servicios con que habían procurado acreditar su obediencia, exponiendo su sangre y sus vidas por defender los dominios de su soberano.
Aún podía salvarse rompiendo por todo, declarándose insolvente y resignándose a la indigencia; pero Riquín tenía la tos ferina, estaba como un hilo, amenazado de morir consumido en los calores de Madrid como arista en el fuego. Era forzoso rendirse a la fatalidad, según Isidora decía, llamando fatalidad a la serie de hechos resultantes de sus propios defectos.
Había momentos en que le daban ganas de echarlo todo a rodar, declarándose vencido y confesando que la casa Garcitola y su quiebra eran pura embustería. Al mismo tiempo, y esto sí que era grave, cuanto más dueño se hacía de Cristeta, más se asombraba de no sentir amagos de hastío: indudablemente el amor de aquella mujer era un bebedizo que en vez de calmar la sed, la producía y excitaba.
Cierto día, un joven melenudo y de barbuda faz hacía en su presencia desmedidos elogios de Robespierre, declarándose acendrado partidario de su sistema, lamentando su prematuro fin y augurando su rehabilitación como un acto de justicia. Ese grande hombre no ha sido bien comprendido dijo al terminar su perorata. Pero sí guillotinado, afortunadamente replicó el conde de M...
El pretendiente al revés (frisando también en parte con el idilio) desenvuelve con admirable penetración psicológica los misterios de los corazones enamorados. El castigo del pensé que... representa en sus dos partes, de una manera gráfica, la verdad de que la dicha próxima se gasta por la excesiva reflexión, declarándose, al principio de la segunda parte, que la primera había sido recibida con el mayor aplauso, y que había sido puesta en escena en todos los teatros de España, en ciudades, villas y aldeas. Moreto la utilizó en su comedia El parecido en la corte, como le sirvió también para el mismo objeto La entretenida, de Cervantes. En Ventura te dé Dios, hijo, se describen con tanta gracia como verdad los caprichos de la fortuna, al conceder sus dones, y cómo se burla la casualidad de todos los cálculos de la sabiduría humana. Las tituladas Celos con celos se curan y Del enemigo el primer consejo, desenvuelven resortes dramáticos, semejantes á los empleados por Lope en su comedia Milagros del desprecio, y hubieron de servir después á Moreto para el argumento de su célebre El desdén con el desdén. Por el sótano y por el torno y Los balcones de Madrid son modelos inimitables de la comedia de Capa y espada, distinguiéndose también por su gracia picaresca y por la libertad que reina en su intriga amorosa. Pocas obras dramáticas de este género, por su animación y por su vida, podrán compararse á la que lleva el título Desde Toledo á Madrid. Don Baltasar, que pretende á una dama llamada Doña Ana, hiere mortalmente á su rival, y después del combate se refugia en la casa más próxima, y se oculta en una de sus habitaciones más solitarias. Sorpréndelo aquí Doña Mayor, hija del dueño de la casa, enamorándose de ella de tal modo, después de celebrar un breve diálogo con la misma, que se olvida por completo de su primer amor. Sabe que Doña Mayor está prometida á un cierto Don Luis, y que en aquel mismo día, acompañada de él y de sus padres, ha de encaminarse á Madrid para celebrar sus bodas. Don Baltasar, á quien la novia muestra pronto su inclinación amorosa, porque contra su voluntad ha accedido á contraer el enlace propuesto con Don Luis, toma la resolución de disfrazarse de mozo de mulas y entrar en el séquito de su amada. Se da trazas de jugar su papel á la perfección, y regocija á toda la compañía por la mezcla que ofrece de rústica grosería y de agudeza y socarronería algo libertina. A la mula, que lleva á Doña Mayor, arrima un cardo bajo la cola, de suerte que no se puede refrenar, y que el supuesto mozo, corriendo siempre detrás de ella, se encuentra solo en el campo con su amada, y ambos hablan sin obstáculos cuanto les parece. Los demás circunstantes sospechan tan poco la verdad del caso, que llaman en broma á Don Baltasar novio de Doña Mayor; y en la parada que hacen para pasar la noche, y para que parezca menos larga, celebran por burla su boda con la prometida de Don Luis.
Morsamor pasó luego a Sumatra y tomó parte en otra expedición guerrera contra el monarca de Pacen, que los portugueses consideraban intruso y a quien destronaron dando su trono y reino a un sobrino suyo que había ganado el favor y auxilio de los portugueses declarándose vasallo del rey don Manuel.
Pasa después al estudio de la pre-historia, y rápidamente analiza las últimas teorías, declarándose franco y resuelto partidario de la existencia del hombre en el terreno terciario. Mi esclarecido amigo el señor Fernández ha tenido la fortuna de encontrar este verano en una gruta de su provincia, e incrustada entre rocas de granito de carácter terciario, una taza...
Mérida, Trujillo y otras poblaciones de la parte occidental fueron declarándose por el invasor, que se disponia á proseguir su marcha; y en tan tristes circunstancias la idea de la dictadura vino á apoderarse del ánimo de los leales.
Palabra del Dia
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