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Actualizado: 6 de julio de 2025


Estas curiosas coincidencias me impresionaron de una manera inexplicable, y desde entonces miro a los prácticos como aves de mal agüero. Ahora bien, ¿quién obtendría el New York Herald, después del capitán? Cuestión grave. El lobo se encerró en su cuarto, y creo que, no sólo leyó hasta los avisos el muy miserable, sino que corrigió hasta las faltas tipográficas.

Señor Foja respondió Mesía, seguro de que todos esperaban que él hablase hay cuando menos notable exageración en todo lo que usted ha dicho. Vox populi... El pueblo es un majadero gritó Ronzal . El pueblo crucificó a Nuestro Señor Jesucristo, el pueblo dio la cicuta a Hipócrates. A Sócrates corrigió Orgaz, hijo, vengándose bajo el seguro de la presencia de don Álvaro.

Al llegar a la acrópolis, o parte alta de la ciudad, cuya calle más antigua y señalada es la Rúa Ruera, Lirio dijo, haciendo descompuestos ademanes de entusiasmo: ¡Qué calle más hermosa! ¡Qué calle tan horrible! corrigió Lario, frunciendo un gesto desabrido. Añadió: ¡Qué calle tan absurda! Por eso es hermosa.

¿Irá mucha gente? preguntó Belarmino. Anda; y las señoras más guapas y elegantes de Pilares. ¿Un filósofo para señoras guapas y elegantes? ¡Bueno será él! exclamó Belarmino, decepcionado. El despierto estudiante corrigió en un periquete: Caprichos de las señoras.... Han oído: un filósofo, y se han dicho, pues vamos a verlo; será un bicho raro. ¡Ah, ya!

Hasta entonces, durante el lento devanar de los ensayos, el dramaturgo fué una especie de pequeño dictador, sin cuyo consentimiento y beneplácito ninguna iniciativa prevaleció: los actores le pedían la entonación verdadera de las frases difíciles, el pintor escenógrafo le expuso sus bocetos, las actrices le consultaron el color de sus pelucas y de sus trajes, el guarda-muebles aceptó sus órdenes, sin su aprobación el director de escena no hubiese hecho nada... Y en este vaivén de discusiones minúsculas, de reprensiones, de enmiendas, de consejos, seguidos muchas veces á regañadientes y sólo por el imperio de la disciplina, ¡cuántas vanidades chafadas, cuántos pequeños orgullos hervidos, cuántos ocultos rencores surgieron aquí y allá, como espinas, porque el dramaturgo, á pesar de su amabilidad, de la cortés blandura que ponía en sus réplicas y de su vigilante empeño en no disgustar á nadie, no pudo, sin embargo, complacer á todos!... Esa misma impresionabilidad ardiente que caracteriza á los sacerdotes de la farándula les hace susceptibles y vidriosos: ayer fué la primera actriz la que se irritó secretamente contra el autor, porque éste, al enseñarle ella el sombrero con que pensaba «vestir» la obra, no demostró entusiasmarse mucho; hoy es el galán quien se disgusta, porque el dramaturgo, en el ensayo, le corrigió un ademán con demasiada viveza; mañana, en fin, serán la característica, ó la dama joven, ó el actor cómico, los que se creerán ofendidos por el desdichado autor, que preocupado con las multiplicadas peripecias de su obra, al marcharse del teatro no les saludará con bastante afecto...

Quedaron atónitos los circunstantes de que con tan leve remedio se hubiese librado de aquella penosa enfermedad; mas cuando oyeron lo que por orden de Dios les refirió, fué increíble la conmoción, las lágrimas y el fruto; ni se quedó aquí solo, sino que en donde quiera que llegó la voz de este suceso se vieron los mismos efectos; y quien era bueno se alentó á perseverar, y quien malo, con la memoria de aquellos suplicios, corrigió el humor pecante que en él predominaba.

El objeto, que se propone en su poema, es diverso del del Tasso, puesto que intenta realzar el nombre español; no hubo cruzada alguna en el reinado de Alfonso VIII de Castilla, y el título se refiere á la reconquista de Jerusalén por Saladino. Lope atribuía un mérito especial á este poema, y dice que lo escribió con esmero y que lo corrigió severamente.

Voltaire a los doce escribía sátiras contra los padres jesuitas del colegio en que se estaba educando: su padre quería que estudiase leyes, y se desesperó cuando supo que el hijo andaba recitando versos entre la gente alegre de París: a los veinte años estaba Voltaire preso en la Bastilla por sus versos burlescos contra el rey vicioso que gobernaba en Francia: en la prisión corrigió su tragedia de Edipo, y comenzó su poema la Henriada.

Tocándole suavemente un brazo, le dijo: «Tengo que hablar con usted». «¡Conmigo!...». , con usted y al decir esto le volvió a tocar. La impresión de este contacto corríale por el brazo arriba hasta llegar al corazón. «Dos palabritas añadió la santa; y luego se corrigió así : Algunas más serán».

Estaba con la cabeza baja y el pensamiento en lejanía. ¡Pillo! murmuré, a pesar mío. No, no era un pillo corrigió la Pinta, volviéndose a mirarme con gesto dolido . No era cura todavía; seminarista nada más. Quería casarse conmigo. Nos escapamos. El padre de él le cogió. Mi madre no quiso admitirme en casa. Después, claro está.... Estoy segura que mi novio sigue queriéndome.

Palabra del Dia

godella

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