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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Hasta entonces, durante el lento devanar de los ensayos, el dramaturgo fué una especie de pequeño dictador, sin cuyo consentimiento y beneplácito ninguna iniciativa prevaleció: los actores le pedían la entonación verdadera de las frases difíciles, el pintor escenógrafo le expuso sus bocetos, las actrices le consultaron el color de sus pelucas y de sus trajes, el guarda-muebles aceptó sus órdenes, sin su aprobación el director de escena no hubiese hecho nada... Y en este vaivén de discusiones minúsculas, de reprensiones, de enmiendas, de consejos, seguidos muchas veces á regañadientes y sólo por el imperio de la disciplina, ¡cuántas vanidades chafadas, cuántos pequeños orgullos hervidos, cuántos ocultos rencores surgieron aquí y allá, como espinas, porque el dramaturgo, á pesar de su amabilidad, de la cortés blandura que ponía en sus réplicas y de su vigilante empeño en no disgustar á nadie, no pudo, sin embargo, complacer á todos!... Esa misma impresionabilidad ardiente que caracteriza á los sacerdotes de la farándula les hace susceptibles y vidriosos: ayer fué la primera actriz la que se irritó secretamente contra el autor, porque éste, al enseñarle ella el sombrero con que pensaba «vestir» la obra, no demostró entusiasmarse mucho; hoy es el galán quien se disgusta, porque el dramaturgo, en el ensayo, le corrigió un ademán con demasiada viveza; mañana, en fin, serán la característica, ó la dama joven, ó el actor cómico, los que se creerán ofendidos por el desdichado autor, que preocupado con las multiplicadas peripecias de su obra, al marcharse del teatro no les saludará con bastante afecto...

Héla aquí: colocándose en el centro, que mira al arco de la Estrella, se destacan á la derecha los opulentos palacios del Ministerio de la marina y del Guarda-Muebles: en medio de ellos, la calle Real, cerrada por la iglesia de la Magdalena: á la izquierda el palacio de los Diputados.

A algunos, por razón de su cargo, no había más remedio que dejarles, pues ellos solos conocían ciertos pormenores administrativos que debían conservarse. En este caso estaban los guarda-muebles y la guarda-ropa. Otros exponían sutiles razones para no salir, y no faltó quien alegase méritos revolucionarios para ser inquilino de la Nación, como antes lo había sido de la Monarquía.

Palabra del Dia

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