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Octavio arrancó un clavel y se lo arrojó, pero no habiendo hecho bien la puntería cayó en el patio contiguo, con grande y ruidoso sentimiento de los nenes. Tomó otro riendo y volvió á tirarlo. Esta vez obtuvo un resultado satisfactorio. El niño que lo cogió le dió las gracias con un beso. Los demás se pusieron á gritar: Dame otro, dame otro. Allá voy; no hay que impacientarse; para todos habrá.

Formábanlo, en su mayoría, las familias de la colonia veraniega del Escorial que Elena había tenido ocasión de tratar, pero también acudían otros elegantísimos miembros de la alta sociedad madrileña que no reparaban en sacrificar para ello algunas horas de su precioso tiempo. Aquel día rebosaba de distinción y de elegancia el gabinete y el saloncito contiguo de la bella esposa de Reynoso.

El gabinete se hallaba contiguo al estudio que había sido del Cardenal, y al alzar el Príncipe la cabeza en busca del sello, notó que por debajo de la puerta de comunicación con aquella estancia, se veía una brillante raya de luz.

Ya no fueron solamente los redactores del Faro y los tertulios del Saloncillo quienes se entregaban a este noble ejercicio amaestrados por M. Lemaire. También los socios del Camarote, comprendiendo a la postre la importancia de este arte, establecieron, en un almacén contiguo, sala de armas.

Así permaneció largo rato, oyendo los alaridos que de vez en cuando lanzaba la mujer del Tuerto en el buhardillón contiguo. Luego notó que le llamaban, y gruñó al conocer la voz; pero, aunque de muy mala gana, alzóse del banquillo y salió al balcón.

La señora de Montauron acababa de dormir pacíficamente su siesta en su gabinete contiguo al salón, y como digería con dificultad, su sueño era premioso, por cuya razón despertaba siempre de terrible mal humor.

Y como si mis ojos os penetrasen por la espalda uno y otro volvisteis la cabeza para mirarme y un poco de rubor subió a tus mejillas. ¿Por qué te ruborizabas? Tristán, ¿qué estás diciendo? gritó ella con voz desesperada. Otra noche prosiguió el joven sin hacer caso de aquel grito doloroso estábamos en el teatro de la Comedia en un palco contiguo al de proscenio.

Soledad necesitó de todas sus fuerzas para no caer al suelo. El coraje se las dió para seguir avanzando y llegar hasta la puerta de la tienda, que se hallaba abierta. Dentro no estaba más que su dueño, el padre de la Mercedes. Pero en un departamento contiguo, cerrado por cristales al exterior y que comunicaba con la tienda, sonaba el canto y la guitarra.

Además, así no se podía conocer su verdadero carácter. Aquella sumisión absoluta podía ser efecto de la enfermedad. Don Robustiano dijo que eso era. Una tarde, tal vez creyendo que dormía la sobrinilla o sin recordar que estaba cerca, en el gabinete contiguo a su alcoba hablaron las dos hermanas de un asunto muy importante. Estoy temblando, ¿a qué no sabes por qué? decía doña Anuncia.

Una vez que el bicho ha cumplido más o menos bien su deber, sea pegando serios sustos a los toreadores, sea huyendo sin cesar con el aire imbécil, se abre un portón y es arrojado a un potrero contiguo. En cuanto a los «artistas» que tuve ocasión de ver, todos ellos criollos, eran, aunque de valor extraordinario, deplorablemente chambones.