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Actualizado: 11 de junio de 2025
Pasaron unos cuantos segundos, y de pronto vio caer al suelo la toalla, que pocos días antes colocara con pudorosa cautela, a modo de tapón, notando al mismo tiempo que por el agujerito destinado a la llave asomaba un mango de pluma, con el cual don Juan había empujado el lienzo hasta tirarlo. Venirse abajo el paño de manos, retirarse el mango de pluma y mirar ella por el agujerito, todo fue uno.
Maximiliano no oyó bien por estar su tía de espaldas, y aquello le interesaba tanto que se levantó, puso un codo sobre la cómoda y allí se hizo repetir el concepto para enterarse bien. «Esas son mis cuentas agregó doña Lupe ; pero ya ves que en los pueblos no se sabe lo que se tiene y lo que no se tiene. Probablemente la difunta emplearía algún dinero en préstamos, que es como tirarlo al viento.
No valían nada, pero el humo bailaba tan alegremente a los rayos del sol que me olvidé de tirarlo cuando la punta empezó a quemar. Quiero empezar a hablar de intereses, pero él me pone la mano en el hombro y dice: Amigo, generoso amigo, después del café... Permítame, Krakow... Amigo, generoso amigo, después del café.
Un día, finalmente, me trajo su reloj, los pendientes de su mujer, y doce cajas de pieles y manguitos, y aquella misma tarde, aquella mismísima tarde, señora, me le veo en la Puerta del Sol, encaramándose en un coche para ir a los Toros... Si son así... quieren el dinero, como quien dice, para el materialismo de tirarlo.
Y a instancias de su mujer se dirigía a la habitación donde estaba su hijo. No podía ver a aquel niño de labios gruesos, gris como el asfalto; pero lo cogía en brazos y procuraba simular que se le caía la baba, combatiendo con gran trabajo la tentación de tirarlo al suelo.
Se ha divertido la maldita. ¡Qué modo de correrla!... Hasta cuentan que se ha acostado con reyes. Y de dinero no digamos. ¡Qué modo de ganarlo y de tirarlo, hijos míos! Esto quien lo sabe es el barbero Cupido.
Octavio arrancó un clavel y se lo arrojó, pero no habiendo hecho bien la puntería cayó en el patio contiguo, con grande y ruidoso sentimiento de los nenes. Tomó otro riendo y volvió á tirarlo. Esta vez obtuvo un resultado satisfactorio. El niño que lo cogió le dió las gracias con un beso. Los demás se pusieron á gritar: Dame otro, dame otro. Allá voy; no hay que impacientarse; para todos habrá.
Yo censuro continuó diciendo vehementemente Melchor a los que acarician cualquier congoja como afanosos por conservarla el mayor tiempo posible; yo anatematizo a los que se entregan con fruición a todas las desesperaciones de cualquier dolor moral por intenso que sea, y en vez de tirarlo al último rincón lo pasean en los labios como esos pordioseros que van mostrando una llaga para excitar la caridad pública; yo me refiero a los cobardes que se rinden sin luchar por no darse el trabajo de esgrimir las armas qué tienen a la mano.
Pepe estaba en el descansillo de la escalera tendido poca arriba: había dejado el bastón apoyado en la pared: el sombrero debió de tirarlo porque se halló en el tramo de abajo: se disparó en la sien derecha, en la cual se veía un agujero muy pequeño de donde manaba un hilo de sangre que se escurría metiéndose entre la camisa y el cuello... ¡Qué cosa tan horrible!
Palabra del Dia
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