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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Estaba menos débil durante el día; soportaba mejor las fatigas de un largo paseo y cada vez acudía con menos frecuencia a su cama de reposo. Su apetito era más vivo, y sobre todo más constante; ya no rechazaba los alimentos casi sin haberlos probado. Comía, digería y dormía bastante bien.
El Arcediano aspiraba a esta sucesión particular; creía pertenecerle por razón de su dignidad el honor de confesar a doña Ana Ozores. «Con el Obispo no había que contar; el Deán era un viejo que no hacía más que comer y temblar; en una procesión de desagravios cuatro borrachos le habían dado un susto, del que sólo se repuso su estómago; digería muy bien, pero no discurría; no pensaba más que lo suficiente para seguir vegetando y asistiendo al coro; tampoco había que contar con él.
Todos estos árboles y flores-animales eran de una voracidad mecánica cuando la víctima microscópica se dejaba atraer por sus tentáculos El suave ramaje se contraía, se cerraba, arrastrando á la esbelta torre secretada por él mismo, digería su conquista. Otros estanques atrajeron después la atención del marino.
De allí a poco los convidados fueron desfilando repletos de buenos manjares y llenos de curiosidades: ellos saboreando el aromoso veguero, y ellas hablando de los trajes de la duquesa y su hija. Si alguno callaba, era porque lo mal que digería no le dejaba murmurar de lo bien que había comido.
Decía que entre estas dos maneras de vivir, observaba él la diferencia que hay entre comerse una chuleta y que le vengan a contar a uno cómo y cuándo se la ha comido otro, haciendo el cuento muy a lo vivo, se entiende, y describiendo la cara que ponía, el gusto que le daba la masticación, la gana con que tragaba y el reposo con que digería. ii
Pues señor, atando ahora el cabo de esta narración, sigo diciendo que aquel día comió la señora con buen apetito, y mientras tomaba los alimentos adquiridos con el duro del ciego Almudena, digería fácilmente los piadosos engaños que su criada y compañera le iba metiendo en el cuerpo.
La señora de Montauron acababa de dormir pacíficamente su siesta en su gabinete contiguo al salón, y como digería con dificultad, su sueño era premioso, por cuya razón despertaba siempre de terrible mal humor.
Palabra del Dia
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