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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Las confiterías sevillanas de antaño tenían un aspecto general que no dejaba de ser característico; en el mostrador no se exhibían los dulces para excitar el apetito: antes por el contrario, se ocultaban los toscos tableros, que sólo se sacaban á petición del comprador; los botes con los almíbares y las conservas se colocaban en largas hileras en la estantería, en cuyo testero principal no faltaban nunca una hornacina, con una escultura religiosa ó con un cuadro devoto, ante el que ardía cierta lamparilla de aceite, y completaban el menaje del establecimiento dos grandes velones, una bandeja con jarro, vasos, un peso de cobre y uno ó dos bancos toscos, en los cuales tomaban asiento y descansaban por las tardes los amigos del dueño, que nunca dejaban de formar allí su tertulia, más ó menos numerosa.

Está llena de sedas con recamos de flores y pájaros, llena de palanquines y colmillos de elefante, esa casa de dos techos de Siam, el pueblo de la ceremonia y del arroz. ¿Y a China quién no la conoce, con su pabellón de tres torres, donde no caben las cortinas con árboles y demonios de oro, ni las cajas de marfil con dibujos de relieve, ni el tapiz donde están, con los siete colores de la luz, los pájaros que van de corte por el aire, cuando llega el mes de mayo, a saludar al rey y la reina, que son dos ruiseñores que fueron al cielo a ver quién se sienta en las nubes, y se trajeron un nido de rayos de sol? ¡Oh, cuánto hay que ver! ¿Y el palacio hindú, de rojo oscuro con los ornamentos blancos, como los bordados de trencilla en un vestido de mujer, y tan tallado todo, las ventanas menudas y la torre, como la fuente de mármol, las columnas de pórfido, los leones de bronce que adornan la sala, colgada de tapicerías? ¿Y el Japón, que es como la China, con más gracia y delicadeza, y unos jardineros viejos que quieren mucho a los niños? ¿Y Grecia, esa de la puerta baja con un muro a cada lado, con la historia de antes en uno, antes de que los romanos la vencieran cuando fue viciosa, y la vida del trabajo de hoy, en antigüedades, en mármoles rojos, en sedas finas, en vinos olorosos, desde que resucitó con la vuelta a la libertad, y tiene ciudades como Pireo, Siracusa, Corfú y Patras, que valen ya por lo trabajadoras tanto como las cuatro famosas de la Grecia vieja: Atenas, Esparta, Tebas y Corinto? ¿Y Persia, con su entrada religiosa de mezquita, de techo de azul vivo, y adentro, entre colgaduras verdes y amarillas, las cazoletas cinceladas de quemar los olores, los chales de seda que caben por una sortija, los alfanjes de puño enjoyado que cortan el hierro, las violetas azucaradas y las conservas de hojas de rosa? ¿Y el bazar de los marroquíes, con su arquería blanca que reluce al sol, y sus moros de turbante y babucha, bruñendo cuchillos, tiñendo el cuero blando, trenzando la paja, labrando a martillazos el cobre, bordando de hilo de oro el terciopelo? ¿Y la calle del Cairo, que es una calle egipcia como en Egipto, unos comprando albornoces, otros tejiendo la lana en el telar, unos pregonando sus confites, y otros trabajando de joyeros, de torneros, de alfareros, de jugueteros, y por todas partes, alquilando el pollino, los burreros burlones, y allá arriba, envuelta en velos, la mora hermosa, que mira desde su balcón de persianas caladas?

Á Rodríguez lo primero, Á Galindo y á Butrón, Á Lorenzo y á Ramón, 2465 Y á Pierres, buen compañero. Haced llevar un menudo; Que no hay hueso que dejar. Eso es darles de cenar. En esta ocasión no dudo 2470 De que tendrán los señores Arriba gran colación. Por allá conservas son Y confites de colores. Lobos de marca mayor 2475 Tendremos en cantidad.

Bien, muy bien dijo ; diez principios con perniles, diez platos de volatería, otros tantos de pescados, ocho de caza mayor, surtido completo de entremeses, variedad de empanadas, de asados y de fritos, seis ensaladas, todas las frutas secas y frescas de la estación y abundancia de conservas y dulces de repostería; bien, muy bien, señor Gómez; ya veo que no hago aquí gran falta. ¿Y la cena, señor Gómez?

Estos torreones tenían cubierto todo un lado de sus redondos flancos con un cartelón de papel, en el que había trazados signos misteriosos, casi del tamaño de una persona. La ciencia de Flimnap había podido desentrañar este misterio gracias á la interpretación de los rótulos. Eran latas de conservas.

También he registrado hasta hace unos momentos el enorme navío que le trajo á nuestras costas. He examinado todo lo que hay en él; he traducido los rótulos de las grandes torres de hoja de lata cerradas por todos lados, que, según revela su etiqueta, guardan conservas animales y vegetales.

Las poblaciones ribereñas se agrandaban, el mar se llenaba de velas, las mesas eran más opulentas, surgían industrias, se abrían fábricas y circulaba el dinero en la costa, atraído del interior por el comercio de pesquería y de conservas.

Eralo la madre Misericordia, abadesa de las Descalzas Reales de la villa y corte de Madrid. Primero, porque su convento era el más aristocrático. Había sido fundado en 1550 por la señora infanta de Portugal, doña Juana. Le protegían directamente sus majestades. Le visitaban mucho é iban con suma frecuencia á comer en él conservas. Las monjas eran todas señoras pertenecientes á la alta nobleza.

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