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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Como recuerdo de su madre una extranjera que se había casado en Méjico con el maestro para producir media docena de hijos y morirse inmediatamente , tenía el pelo de un rubio ceniciento y los ojos verdes claros. En cambio, todas las mujeres del país eran morenas pálidas, con cabelleras de un negro intenso.
Esos claros y melancólicos ojos parecían mirar desde una eminencia....». Otra dama recuerda la extraña impresión de sus ojos: «Los ojos de Poe, en verdad, eran el rasgo que más impresionaba, y era a ellos a los que su cara debía su atractivo peculiar. Jamás he visto otros ojos que en algo se le parecieran.
En toda la noche no cerró Loppi los ojos, pensando en el amanecer, y en los puños alzados de Masicas, que le parecieron un ganso cada uno. Y a paso de moribundo se fue arrimando al charco a los claros del día. Y las voces que daba parecían hilos, por lo tristes, por lo delgadas: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ ¿Qué quiere el leñador? Para mí, nada: ¿qué he de querer yo?
En lo más fuerte de la derrota, el general enemigo logró rehacer un batallón y que marchara al paso hacia la aldea. Aquel hombre, tranquilo en medio del desastre, tenía algo de grande y de digno. A veces se volvía con aire sombrío para mirar cómo caían las rocas, que dejaban claros sangrientos en sus filas.
La Gorgheggi era un ruiseñor; y además, ¡qué guapa, qué amable, qué atenta con el público, qué agradecida a los aplausos!». Sí que era guapa; era una inglesa traducida por su amigo Mochi al italiano, dulce y de movimientos suaves, de ojos claros y serenos, blanca y fuerte; tenía una frente de puras líneas, que lucía modestamente, con un peinado original, en que el cabello, de castaño claro y en ondas, servía de marco sencillo a aquella blancura pálida, en que, hasta de día, como pensaba Bonifacio, parecía haber reflejos de la luna.
Lo interesante era volver á contemplar su rostro, mirarse en sus ojos claros, acariciadores y graciosamente irónicos. ¡Ay, cómo le amaba!... Las amigas la acogían siempre con la misma pregunta: «¿Cómo signe el herido?...» Y ella contestaba con seguridad: «Mejor. Pronto vendrá á París.» Y pasaron meses; y llegaron cartas y más cartas de letra extraña, dictadas por él.
Pero éstos, graves y rígidos, no le hicieron caso como otras veces, y el niño, sorprendido de hallarlos tan serios, quedose también inmóvil mirándoles fijamente con sus claros y hermosos ojos de querubín. Está bien, mi general. Para custodiarlos no hace falta más que media compañía. Usted, con lo restante de la fuerza, se pone a las órdenes del coronel director hasta que yo disponga otra cosa.
Pero Adriana miró a su amiga con cierta dulzura indiferente, de soslayo, y le prometió que en adelante sería más buena con Muñoz. Charito González no era linda ni fea; sus ojos claros, más expresivos hubieran sido hermosos y muy elegante su silueta de ser ella más alta. En su modo y en su trato había esa ambigüedad y esa ausencia de carácter definido que parecían el fondo mismo de su persona.
Era un espectáculo encantador el de aquellas jóvenes de trajes cortos y claros, moviéndose flexibles y graciosas en aquel cuadro alegre. Se jugó durante un buen rato; luego, como se sintiera el fresco de la tarde, la señora de Blandieres propuso ir hasta la playa a admirar la puesta de sol, famosa en Etretat.
Yo miraba el suelo, compartiendo la vergüenza de mis tíos; y Fernanda, fría, sin curiosidad, con sus ojos claros desmesuradamente abiertos, abanicándose con toda calma, miraba abstraída hacia arriba, como si entre el techo y nuestro palco pasase una visión a través de la sala.
Palabra del Dia
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