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Actualizado: 15 de junio de 2025
Porque el amor nos permite leer en el corazón del ser amado, porque lo que la turbaba y la hacía sentirse avergonzada, no era su amor por mí, sino el temor de que así como yo había sido fingido Rey, hubiera representado también el papel de amante y recibido sus besos burlándome interiormente de ella.
En vez de sonreírle como siempre baja los suyos avergonzada; sus frescas mejillas se tiñen de rojo. La fatal palabra de su hermano vuelve á penetrar en su alma y á turbarla. Ella era una pobrecita recogida, una hospiciana; estaba casi segura. Nolo no podía casarse con ella. Tal idea aferrada á su mente la traspasaba de angustia, oprimía su pecho hasta impedirle la respiración.
Parecía tan consternado como ese personaje de los cuentos de hadas, que ve sus diamantes trocados en avellanas. Me levanté algo avergonzada, pues le había engañado abominablemente. ¡Oh, Reina!... comenzó. Mi querido cura exclamé yo estrechando a Peveril del Pic contra mi corazón, ¡dejadme continuar, os lo ruego, os lo suplico! Reina, mi Reinita, nunca hubiera creído eso en ti.
Aquel día mi chiquita no salió al balcón, sin duda avergonzada de su condescendencia; pero al siguiente la hallé dispuesta y aparejada al combate de miradas, señas y sonrisas, que ya no escasearon por ambas partes. Una hora o más duraba todas las tardes este juego, hasta que se oía llamar y se retiraba apresuradamente.
Una noche, después de oír un sermón soporífero, entró en su tocador casi avergonzada de haber estado dos horas en la iglesia como una piedra; oyendo, sin piedad y sin indignación, sin lástima siquiera, necedades monótonas, tristes; viendo ceremonias que nada le decían al alma.... Oh, no, no se dijo, mientras se desnudaba yo no puedo seguir así...
¿Por qué esta bendita Nela no tiene un traje mejor? añadió la señorita de Penáguilas . Yo tengo varios y le voy a dar uno, y además otro, que será nuevo. Avergonzada y confusa, Marianela no alzaba los ojos.
Dicho esto, muy avergonzada, pero muy satisfecha, Lucía subió á brincos la escalera, y dejó al Comendador no menos contento que ella iba. Cuando supo Clara que Lucía y el Comendador habían decidido casarse, se alegró en extremo.
Las chicas nerviosas prestaban sin querer inquieto oído a la voz de los marineros en proa. Una señora recién casada se atrevió: ¿No serán águilas?... El capitán se sonrió bondadosamente: ¿Qué, señora? ¿Aguilas que se lleven a la tripulación? Todos se rieron y la joven hizo lo mismo, un poco avergonzada. Felizmente un pasajero sabía algo de eso. Lo miramos curiosamente.
Este regalo es de los que no se olvidan nunca, y corresponderé á él cuando lo considere oportuno. Soltó el brazo de Celinda, y como ésta parecía haber desahogado ya toda su cólera, lo dejó caer, quedando inmóvil y como avergonzada de su agresión. Aprovechó Elena este desaliento momentáneo para subir al cochecito, tocando en un hombro á su conductor.
Se lo agradeció; sonrió al esposo que la ayudaba a no soltar antes de tiempo la carga de sus entrañas, y le mostró, avergonzada de la caricia, como siempre que tenía estas debilidades, le mostró su gratitud dándole un suave puntapié en la espinilla. Y Bonis, que sentía lágrimas cerca de los párpados, pensó: «Lo mejor sería amar al hijo... y amar a la madre».
Palabra del Dia
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