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Actualizado: 15 de junio de 2025


En aquel Madrid estaba el señorito, el hijo de los amos, con el cual había jugado muchas veces siendo niña, y de cuya presencia huyó avergonzada el verano anterior, cuando hecho un arrogante mozo visitó el huerto. ¡Pícaros recuerdos!

Paz seguía con la moneda en la mano, más avergonzada que el chico. ¿Me haces un feo? Eso no: y que vea Vd., deme usted esa rosa que tiene Vd. prendida en el pecho: luego yo se la doy a mi novia: Vd. tendrá muchas así, y de esas no se venden en la calle.

En Yuste....., una tumba abierta, de donde había sido sacado Carlos V. En El Escorial....., otra tumba vacía, de donde también se le había desalojado temporalmente..... Y si se nos ocurría la fantástica ilusión de que la exhumada y escarnecida momia del César, avergonzada de su pública desnudez, pudiese salvar el Guadarrama, en medio de las sombra de la noche, para ir á buscar á Yuste su primitiva sepultura, considerábamos temblando que tampoco encontraría en su sitio el ataúd de madera, sino que lo vería encaramado en aquella antigua hornacina de un Santo que probablemente habrían derribado á pedradas otros liberales de la Vera de Plasencia.....

Tal vez alguien presume o sospecha que la soberbia de Pepita y el conocimiento cierto que tiene hoy de los poco poéticos medios con que se ha hecho rica, traen su conciencia alterada y más que escrupulosa; y que, avergonzada a sus propios ojos y a los de los hombres, busca en la austeridad y en el retiro el consuelo y reparo a la herida de su corazón.

Nogueras, el alegre doctor, les vio por un ventanillo del despacho inmediato y salió a su encuentro. Miraba con fijeza a Feli, y ésta bajó los ojos, avergonzada... ¡Pchs! No era gran cosa como mujer... Quedaron los dos amantes frente a frente, en una situación embarazosa.

Sin embargo, avergonzada aún de lo que había pasado entre ambas y quizá también á causa de un cierto rencorcillo que no había podido arrojar de , renunció á pedírsela. Resolvió ir á casa de María-Manuela, y partir al día siguiente en el tren.

Fué una de las pocas veces en que Clementina lloró de enternecimiento y no de despecho. Pero en los días siguientes, aunque subsistió vivo en ambas el recuerdo de esta escena tierna, también quedó el del motivo que la había producido. Clementina sentíase avergonzada al presentarse delante de su madrastra.

Después miraban al pequeño círculo cárdeno que los dientes de la niña habían dejado impreso. ¿Lo ves? volvía a decir ella avergonzada. ¡Vaya unos caprichos extraños los que tienes! Gracias. Quisiera que esta marca quedase, ahí eternamente. Pero no; ¡bien pronto se borrará, por desgracia! Puedo renovarla a diario replicó maliciosamente. Me alegraría mucho.

Pero ahora, al pensar en las audacias que se permitió el día de Corpus y otras muchas realizadas por el bolsista en sus diarias visitas, doña Manuela deteníase avergonzada, y a estar iluminado el salón, se hubiera visto su rubor. Ella, que hacía tantos años no se acordaba para nada de Melchor Peña, sentíalo vagar en torno como un espíritu guardián de su honrada viudez.

Avergonzada quedó Poldy como si hubiese cometido un hurto villano, pero, al fin, desechó los escrúpulos, pensando que no había ella tenido la intención de quedarse con la prenda y que estaba dispuesta a devolvérsela al pájaro, si el pájaro acudía de nuevo a ella y de algún modo la reclamaba.

Palabra del Dia

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