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Actualizado: 15 de junio de 2025


El corazón humano es un abismo de iniquidad ... y de contradicciones. ¿Quieres creer que, si por un lado me desespero de haber dado ocasión para que D. Carlos haya venido persiguiéndome, por otro lado me lisonjea, me encanta que haya venido, y advierto que si no hubiera venido sería yo más desgraciada? En medio de todo... no lo dudes... yo soy muy mala. Estoy avergonzada de mi hipocresía.

Una mañana me acerqué al faro de las Ánimas. Al asomarme a la plataforma vi a uno de los chicos del torrero y le pregunté: ¿Está tu hermana? ¿Quién, Quenoveva? . Aquí está. Bajé, y me encontré a la muchacha, despeinada, con las piernas desnudas, envuelta en una falda hecha jirones. Estaba lavando. Al verme, se levantó avergonzada; yo la tranquilicé y le expliqué a lo que iba.

Bien que no lo hará, pero es muy posible que esté tan enamorado de ella, como yo de él, y veo que no le podré olvidar jamás. ¿No es una intrepidez enamorarse así de una mujer que no le convenía, mientras que cerca de él, una almita?... ¿Qué haces ahí, Reina? me interrogó mi tío, que había venido sin que yo le sintiese. Me levanté rápidamente, avergonzada de no poder ocultar mi emoción.

Con voz baja y alterada por la emoción dijo: ¡Que no sepa papá esto! Y la camisa de batista se deslizó por el cuerpo, deteniéndose un instante en las caderas y cayendo después pausadamente al suelo. Quedó desnuda. Genoveva la contempló con ojos extáticos y la joven sintiose un poco avergonzada. No te enfadarás conmigo, ¿eh, Genovita? preguntó sonriendo.

Ya le conoces por haberle visto aquí muchas veces y sabes que es noble, elegante, inteligente e instruido. El doctor calló, esperando la respuesta de Antonia; pero ésta permaneció muda, como perpleja y avergonzada, mientras Amaury la miraba emocionado, porque para él también revestía excepcional interés lo que ella contestase.

Flora, avergonzada de su cobardía, viendo á Demetria hablar con ellos, volvió sobre sus pasos. ¡Qué diablo de hombres! exclamó riendo. Me habéis asustado. De poco te asustas, morena dijo Joyana acercándose á ella para saciar mejor sus ojos lúbricos. Y poniéndose almibarado, añadió: que me tienes á asustado y encogido y muerto con esa carita de cielo y ese garbo y esa sal que derramas...

Y si la decía, como era cierto, que él, desesperado, conocía que las obligaciones en que se había puesto con Margarita no habían sido parte para vencer en su alma aquel entrañable y violento amor que ya era dueño de su alma cuando a Margarita conoció, y que sólo la locura de sus turbulentos deseos había podido ponerle en obligaciones de honra paca con ella, ocasión daría a doña Guiomar para que le despreciase y se sintiese avergonzada por aquel su amor, tan mal empleado en un indigno sujeto.

Avergonzada y confusa caí sobre el banco, ocultando el rostro entre las manos, no sin haber entrevisto la fisonomía del cura, cuyo aspecto, a la vez estupefacto, espantado y encantado, ha vuelto después muchas veces a mi mente. Querida Reina murmuró Pablo a mi oído; si hubiese conocido antes vuestro secreto, no hubiera permanecido lejos tanto tiempo. Yo no respondí, porque lloraba.

Pero avergonzada de haber huído sin despedirse, la compañera de Soledad le gritó así que hubo pasado: ¡Y muchas gracias, caballero! No las merece respondió éste volviendo á medias la cabeza. Soledad examinó con curiosidad su figura recia y corpulenta, que se perdió al instante en las sombras. ¡No era tísico, no, aquel señorito!

En cambio, confesaba, avergonzada, que ciertas melodías de zarzuela y muchas canciones populares la encantaban. Otra cosa no confesaba, aunque no era menos cierta. La música que algunas veces acompaña a los entierros, que por regla general es pésima y compuesta casi exclusivamente de instrumentos de bronce, la conmovía profundamente hasta hacerle derramar lágrimas.

Palabra del Dia

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