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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Luego negarán que existe una Némesis que traba y destruye las intenciones de los hombres. Yo escribiría este drama. Pero el señor Novillo es amigo y podría disgustarse.» Escribiría aquel drama y otra porción de dramas tomados de la realidad. Y la realidad de Apolonio, por entonces, no traspasaba los límites de la Rúa Ruera.
A veces, reinaba de repente uno de esos súbitos silencios que el pueblo andaluz atribuye al involuntario respeto que infunde el invisible aleteo de un ángel que pasa; era más bien algún diablillo que llegaba, alguna dama famosa por cualquier concepto que traspasaba el dintel, obligando a la crítica a replegarse sobre sí misma, para estudiar el blanco sobre que había de disparar su metralla.
Eran tanto más ásperos éstos cuanto que vio claramente que Luis la había estado engañando mucho tiempo, le había fingido cariño cuando amaba ya a otra. La miserable traición de Amalia la sublevaba, le inspiraba horror y repugnancia; pero la del conde, tenía que confesárselo, la traspasaba de dolor y acrecía su pasión desmesuradamente. Supo, no obstante, mantener su dignidad a flote.
De aquí pasó á la conversión de los indios Pampas que confinan con este obispado, la cual empresa procuró seguir con todo empeño porque le traspasaba el corazón la pérdida de tantas almas metidas en las tinieblas de la gentilidad, viviendo, como viven, tan cercanas á los resplandores del Evangelio.
Á Velázquez, hastiado de la vida inactiva, aunque tuviese suficiente hacienda para vivir, se le ocurrió comprar una tienda de montañés que se traspasaba en el Campo del Sur. Comenzaron los disgustos. Aunque generoso siempre y delicado en los asuntos de dinero, no tardó en mostrar su carácter autoritario. Exigía una sumisión absoluta por parte de cuantos le rodeaban.
Hermosas tintas carmesíes anunciaban en Oriente que el sol no tardaría en alumbrar la tierra. Despedida. Pocos días después se supo que Velázquez traspasaba la tienda, y más tarde que se embarcaba para América. Prefirió trasladarse en un buque de vela mandado por cierto amigo suyo que partiría el 15 de Setiembre.
Opulento, y por tanto no faltándole amigos, disfrutando salud, siendo buen mozo, prudente y moderado, con pecho ingenuo, y elevado ánimo, creyó que podia aspirar á ser feliz. Estaba apalabrado su matrimonio con Semira, que por su hermosura, su dote, y su cuna, era el mejor casamiento de Babilonia. Profesábale Zadig un sincero y virtuoso cariño, y Semira le amaba con pasion. Rayaba ya el venturoso dia que á enlazarlos iba, quando paseándose ámbos amantes fuera de las puertas de Babilonia, baxo unas palmas que daban sombra á las riberas del Eufrates, viéron acercarse unos hombres armados con alfanges y flechas. Eran estos unos sayones del mancebo Orcan, sobrino de un ministro, y en calidad de tal los aduladores de su tio le habian persuadido á que podia hacer quanto se le antojase. Ninguna de las prendas y virtudes de Zadig poseía; pero creído que se le aventajaba mucho, estaba desesperado por no ser el preferido. Estos zelos, meros hijos de su vanidad, le hiciéron creer que estaba enamorado de Semira, y quiso robarla. Habíanla cogido los robadores, y con el arrebato de su violencia la habian herido, vertiendo la sangre de una persona que con su presencia los tigres del monte Imao habria amansado. Traspasaba Semira el cielo con sus lamentos, gritando: ¡Querido esposo, que me llevan de aquel á quien adoro! No la movia el peligro en que se veía, que solo en su caro Zadig pensaba. Defendíala este con todo el denuedo del amor y la valentía, y con ayuda de solos dos esclavos ahuyentó á los robadores, y se traxo á Semira ensangrentada y desmayada, que al abrir los ojos conoció
Vivió en Tarija el P. Tolú hasta el año de 98 en que pasó con oficio de Superior á las Misiones de los Chiquitos con gran júbilo de su corazón, por ver puestos en ejecución los ardientes deseos de emplear sus fatigas en la conversión de los infieles; y aunque las grandes y frecuentes enfermedades le estimulaban á proponer su ningún talento para aquel empleo, todavía, después que en una grave enfermedad, el dolor más agudo que le traspasaba el corazón en aquellos extremos, fué el haberse excusado una vez en ejecutar un orden de sus superiores, arrojándose en manos de Dios, vino con aquel oficio á estas Reducciones en que por no estar aún las cosas puestas en forma, tuvo ocasión de merecer mucho.
Ciertamente, el convento provisional de las Salesas no era buena vivienda, estaba situado en un barrio bajo, en lo más hondo de una vertiente del terreno, sin sol; allí desahogaban las mal construidas alcantarillas de gran parte de la Encimada, y, en efecto, en algunas celdas la humedad traspasaba las paredes, y había grietas; no cabía negar que a veces los olores eran insufribles; tales miasmas no podían ser saludables.
Los vecinos todos se habían retirado ya a sus casas, perfectamente convencidos de que la humedad es causa de muchas enfermedades. Los balcones del café de la Estrella eran los únicos que estaban iluminados. La lluvia difundía por la atmósfera un rumor levísimo que apenas traspasaba los cristales para llegar a los oídos de la joven. A Rosarito le tocó hacer la sultana.
Palabra del Dia
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