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Actualizado: 15 de mayo de 2025


La pobre chica, avergonzada y fuera de , no sabía cómo substraerse a las miradas de Arturo. Pero ¡ay! tomábase, por pudor, un cuidado completamente inútil: el Conde no la miraba; embebido por entero en una idea que parecía excitar su despecho y su cólera, recorría a grandes pasos el aposento, y acabó por tropezar con un jarrón de porcelana, que saltó hecho pedazos.

Alguna que otra vez se rebelaba abiertamente contra Roger, quien sin la menor irritación, con paciencia infinita, continuaba su lección; poco después la rebelde discípula se arrepentía y humillaba, acusándose á misma, avergonzada de la injusticia hecha á Roger con su conducta.

Un beso... un beso respondieron los chicos, una niña y un niño de seis y cinco años respectivamente. ¿Nada más? La niña, avergonzada, hizo signos negativos con la cabeza. Reynoso se inclinó para besarla. Mas he aquí que cuando lo estaba haciendo, el niño le introdujo suavemente la mano en el bolsillo.

Se defendía, ruborosa y sonriente; le miraba con ojos malignos, encogiéndose al mismo tiempo como una niña avergonzada. Es un regalo de la marquesa... lo mejor que ella conoce para atraer á la suerte. Se acabó: no necesitas saber más. ¡Qué curioso!...

Venía remozado, por lo menos diez años, con un elegante trajecito a cuadros y los bigotes retorcidos... Recibiole solemnemente Laura, encerrose con él, y le habló, muy nerviosa, incoherente casi, presa de la más honda simpatía, como contrita y avergonzada...

Iba yo muy entretenida con lo que me decía, pero escuchándolo sin responder, intimidada por sus brillantes ojos, que se posaban a veces en como un relámpago, y avergonzada por la necedad de mi silencio, cuando el señor Kisseler vino involuntariamente en ayuda de mi torpeza.

SIERVA. Señora, Crematurgo pide licencia para entrar. ASCLEPIGENIA. Que entre. ATENAIS. ¿Me retiro? ASCLEPIGENIA. Retírate. ASCLEPIGENIAQué agradable sorpresa! ¿Qué significa venir los tres juntos a mi casa? CREMATURGO. Envidiable frescura te concedió el cielo. ¿Cómo, al vernos entrar juntos a los tres, no tiemblas, no te asustas, no te hundes avergonzada en el centro de la tierra?

Corrió silenciosamente la puerta, y entre la multitud de pequeños rumores y crujidos de la desierta casa, se le figuró oír una voz débil que cantaba en el piso de arriba. Recordó que éste no era más que un desván utilizado para cuarto de trastos viejos. Casi avergonzada de su acción, subió furtivamente las escaleras, y entreabriendo la puerta, miró hacia adentro.

¡Avergonzada! ¿y por qué? ¡Porque soy una mujer perdida! dijo la Dorotea , y se cubrió el rostro con las manos. ¿Pero quién ha dicho eso? replicó Montiño acercándose á ella y apartándole suavemente las manos de sobre el rostro. Lo digo yo. Pues decís mal, señora; yo os creo una mujer virgen. ¡Ah, explicadme... explicadme eso!

Las exclamaciones de Suárez ¡Olé, mi niña! ¡Bendito sea tu salero! ¡Alza, palomita, alza! y otras por el estilo, que soltaba en las pausas del canto, me parecían groseras e impropias. Pero observé que ellas no las tomaban a mal, por lo que vine a entender que eran el acompañamiento natural y obligado de aquel baile. Cuando éste terminó, la hermana María de la Luz corrió a sentarse avergonzada.

Palabra del Dia

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