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Actualizado: 25 de junio de 2025
En vez de sonreírle como siempre baja los suyos avergonzada; sus frescas mejillas se tiñen de rojo. La fatal palabra de su hermano vuelve á penetrar en su alma y á turbarla. Ella era una pobrecita recogida, una hospiciana; estaba casi segura. Nolo no podía casarse con ella. Tal idea aferrada á su mente la traspasaba de angustia, oprimía su pecho hasta impedirle la respiración.
Pocos días después, al cruzar Josefina por el cuarto de la plancha para ir al comedor, oyó a Concha decir dirigiéndose a María: Di, chica, ¿has planchado ya la ropa de la hospiciana? Se detuvo, sin saber a quién se refería, y paseó su mirada recelosa de una a otra doméstica, hasta que una carcajada, que ambas soltaron a la vez, le hizo comprender que se trataba de ella.
¿Por qué me llamáis hospiciana? exclamó la inocente pugnando para no llorar. Lo voy a decir a mi madrina. ¡Alza; corre a decírselo! replicó Concha empujándola a la puerta. Desde entonces no se le dio otro nombre entre la servidumbre. Amalia prohibió que la llevasen por la noche al salón. El conde, que ya no veía a su hija mas que este momento, pidió explicaciones.
Benita la Costurera dobla la mortaja y espabila los cirios con las tijeras que lleva pendientes de la cintura, y se balancean al extremo de una cinta azul que llaman hospiciana. DO
¡Dios mío, del hospicio!... Era horrible pensarlo. ¡Y ella que adoraba á aquellos padres!... ¡Y ella que era tan orgullosa!... ¿Qué diría Nolo cuando llegase á saberlo? Por supuesto la dejaría, porque un mozo tan galán y tan rico no podía en ley de Dios casarse con una pobrecita hospiciana... Aquí los sollozos ahogaron á la cándida doncella.
Palabra del Dia
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