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Di mejor lo más ricamente posible replicó el marqués acentuando amargamente la frase : mi tía sostiene que, siendo el matrimonio una pura lotería, de lo que solamente debe uno preocuparse es del dote, abandonando lo demás al azar... Te aseguro que yo no opino del mismo modo... Compréndeme bien: no me encuentro en situación de mirar con desdén los títulos de renta al tres por ciento... pero, sin embargo, desearía, que al mismo tiempo me ofreciera mi prometida ciertas garantías de honor y de dicha... y todavía añado, garantías excepcionales... Ya sabes la educación que hoy reciben las niñas... eso aterra.

Sin duda la presencia de estos viejos ha resucitado en la memoria de la muchacha la imagen de otros viejos largamente olvidados. La trémula Baucis da explicaciones. Dos días en ferrocarril. Han huído con todo lo que pudieron llevarse. Su última comida fué en la tarde del día anterior; pero esto no les aflige: los viejos comen poco. Lo que les aterra es el cansancio.

Leopoldina comenzó a alborotar, conmovida a su manera, gritando que aquellos indecentillos eran unos ángeles del cielo, unos santos chiquititos a quienes era necesario venerar, y que en cuanto llegara a la corte había de enviarles a cada uno un par de medias negras, hechas por sus propias manos, con el estambre más fino que pudiera hallarse... Riéronse todos; Currita callaba, sin embargo, sintiendo un extraño enternecimiento que la humillaba y que se apresuraba por lo mismo a combatir, oponiendo a su benéfico influjo el parapeto del orgullo, del inquebrantable orgullo, que viene a ser en el alma como la fortaleza del mal... Aquellos tres novicios, aquellos tres Pedros Fernández en embrión, humillándose por caridad a una mendiga, hiciéronle comprender que aquel otro Pedro Fernández habría podido imponérsele por deber a ella, orgullosa Grande de España, y una luz súbita, semejante a la de un relámpago que ilumina a la vez que aterra, hízole ver claramente lo que antes sospechaba: que aquella carta, que aquella ofensa no venía de un desconocido, de un pobre fraile, de un Pedro Fernández; porque aquella puerta primera que se le cerraba en la vida, no era la puerta de Loyola, era la puerta de Dios...

Más de una vez he estado tentado de hacerlo dijo el prelado con firmeza, brillando en sus ojos una chispa de energía . Pero me detiene la consideración de mi cargo y mi carácter de sacerdote pacífico. Soy pastor del católico rebaño, no lobo que aterra a las ovejas con su fiereza.

¡Qué, señor! ¿quién ha dicho que me han perdido?... ¡mienten! ¡mienten! ¡bah! ¡la reina está sana y buena! ¡Montiño! ¡qué decís de la reina! ¡Yo! ¡bah! ¡yo no digo nada de la reina! , ... hay algo en vos que me aterra, no por qué... vuestros ojos... vuestra voz...

Creyó a puño cerrado cuanto el pícaro la afirmó, y desde aquel instante quedó indefensa esclava suya, como el pájaro de la sierpe que le fascina y aterra. La hacienda, la vida: todo le parecía poco para comprar el silencio del infame y poner entre él y su hija un muro tal, que ni las águilas fueran capaces de volar tan alto. Y todo se fue haciendo como el bribón lo pedía.

Es ¡ay Dios! que el alma mia no ha hallado su compañera, y siento que me hace falta la mitad de mi existencia; es que soy un pobre loco, ó la humanidad entera es ménos buena que yo, y que su maldad me aterra; es que el mundo me rechaza, ó que mi alma le desprecia, porque en él, ¡ay! no ha podido encontrar su compañera.

No quiero cicatrices, doctor; no las quiero a ningún precio. Acabo de sufrir una hace poco, de manos de ese turco condenado, y, para prueba, ya basta. Se me hiela la sangre al recordar la sensación solamente. Tengo tanto valor como cualquier otro hombre, mas tengo nervios también. La muerte no me asusta, pero el sufrimiento me aterra. Matadme, si queréis, pero, ¡por Dios no me cortéis más nada!

De Cantabria.... Vienen a firmar la unión del Norte... explicó Lola . ¡A me gustaría ver el desembarque! Si hubiese tenido con quien ir. Yo fui.... ¡Qué lástima! dijo Baltasar. Chica.... ¡Vaya una idea! exclamó Josefina soltando menudas carcajaditas . Yo huyo de esas confusiones.... Me aterra pensar que pueden gentes sin educación apachucarme, pisarme.... ¡Qué fastidio!

Ella, con la rápida percepción de su claro entendimiento, comprendió al punto todo lo grave del compromiso, y una idea horrible, la del sacrilegio, cruzó por su mente cual un pájaro siniestro... Mas se detuvo asustada ante ella, porque aun la mala mujer española es rara vez impía; allá, en el fondo de su corazón, cree siempre y teme, y menos aterra el sacrilegio a la falsa devota que a la francamente escandalosa.