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Actualizado: 11 de junio de 2025
LATRIPE. Diez y nueve lecciones como la de hace poco...! ¡Quia! ¡No, amigo mío...! ¡Me dejaría allí los huesos...! ¡No volveré a las andadas...! Compréndeme: he logrado de esta criatura lo que jamás concedió a nadie. La he poseído por sorpresa. ¡Conformes! Si yo insistiera, no tendría delicadeza. Además, Chadd comprendería quizá mi treta, y esto lo echaría todo a perder.
Y en esta existencia de vanidades satisfechas hasta el hartazgo, sólo una cosa le interesaba, por su variedad infinita, por sus fases, que parecían repetirse monótonas, pero en realidad eran distintas para los inteligentes de exquisito paladeo: el amor. Compréndeme, Miguel; no te rías en tus adentros. Me conoces demasiado para imaginar que yo puedo creer en el amor como la mayoría de los mujeres.
No tengo derecho para ello gritó, no tengo derecho. No sé si podré hacerla feliz. ¡Oh! ¡Francamente... si no lo sabes!... Encogí el labio con desprecio y dentro de mí, llegué a esta conclusión: «¡Entonces, no la ama!» Pero él, con los ojos chispeantes, se animó más: Compréndeme, niña.
Al oír estas palabras, tan rápida y profunda fue la turbación de la lectriz, que pareció imposible a la baronesa hacerse la inadvertida. ¡Oh! ¡compréndeme, hija! ¡No des mal sentido a mis palabras!
Di mejor lo más ricamente posible replicó el marqués acentuando amargamente la frase : mi tía sostiene que, siendo el matrimonio una pura lotería, de lo que solamente debe uno preocuparse es del dote, abandonando lo demás al azar... Te aseguro que yo no opino del mismo modo... Compréndeme bien: no me encuentro en situación de mirar con desdén los títulos de renta al tres por ciento... pero, sin embargo, desearía, que al mismo tiempo me ofreciera mi prometida ciertas garantías de honor y de dicha... y todavía añado, garantías excepcionales... Ya tú sabes la educación que hoy reciben las niñas... eso aterra.
Marta sintió que me había hecho mal; alzando sus delgados brazos hasta mi cuello, me dijo: Compréndeme, Olga; no son celos los que experimento; soy tan poco celosa, que mi deseo más ardiente es que os entendáis ambos después de mi muerte, y que... ¡Después de tu muerte! exclamé espantada. ¡Marta, no digas eso! ¡Es un crimen! Ella se sonrió, triste y resignada. Lo sé mejor que tú dijo.
Palabra del Dia
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