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Actualizado: 27 de junio de 2025


Y sin embargo aseguro que mi corazón era de Angelina, porque a las voces, en mis ensueños, no veía yo a Gabriela, sino a Linilla; a Linilla que me miraba tristemente, como si fuera a decirme: ¡Ingrato! ¿Por qué te olvidas de ? Aquello era una locura, un delirio, algo como un hechizo que me dominaba y me poseía. Me decía yo: ¿Estás enamorado de Gabriela?...

El anciano levantó la cara para verla, y continuó: ¡ Nada más que allí no se estilan vestiditos blancos, ni velos, ni coronas de azahares. Angelina hizo un mohín. ¿Me quiere usted tener contenta? Pues no le diga usted a su «muñeca» todas esas cosas.... ¡Vaya, vaya! ¿Enojadita estás? Pues, ¡chitón por ahora!

Carmen te manda un abrazo, y también Juana y Andrés.» «Sabes cuánto te quiere tu tía María Josefa». Esta carta de la tía me devolvió la tranquilidad. Todo quedaba explicado. Angelina no había escrito por los quehaceres de la Semana Santa y por los huéspedes. Pero escribiría, , escribiría.

El amor hablaba noblemente. ¡«Eres un villano! ¡No seas egoísta! Angelina te ama con todo el corazón, con toda el almaPobre niña! Piensa que ha sido muy desgraciada; recuerda con qué franqueza, con qué sublime sencillez te contó la triste historia de su vida. Puedes hacerla dichosa. No tiene parientes ni amigos.

La enferma estaba ya en el lecho, y la anciana y la joven trabajaban hasta media noche. ¿Qué te pasa? solía decirme tía Pepa. ¿Qué tienes que así estás como pajarillo en muda? Nada tía. Este libro que me tiene interesado y lleno de curiosidad. Angelina conversaba de cosas indiferentes, pero a cada instante clavaba en una mirada llena de ternura.

Apagué la bujía, y de codos en la ventana me puse a contemplar el cielo. Era yo feliz, muy feliz. Mis labios quisieron pronunciar el nombre de Angelina, y sólo dijeron: ¡Matilde! La dulce niña de mi primer amor ocupaba todavía un lugar en mi corazón. Aquel recuerdo me llenó de tristeza.

¡Vaya con usted y con el P. Solís! ¿Angelina monja? ¡Dios nos libre! Linilla será esposa y madre de familia.... Miróme fijamente la anciana, y, sonriendo, me dijo: ¿Te casarías con Linilla? ¡De mil amores! Ese casamiento seria muy de mi gusto. Dicen por ahí, pero yo no lo creo, que estás enamorado de Gabriela.... ¡No, tía! Ya sabe usted que las gentes dicen cuanto se les ocurre....

El sacerdote que la tomó bajo su protección la puso allí, al verse obligado a desempeñar la cura de almas en un pueblo de la sierra, que a la sazón estaba infestada de guerrilleros y bandidos. Algún amigo de la familia habló de mis tías al párroco, y Angelina se quedó con ellas. El sacerdote les pagaba una corta pensión. El cura era pobre, y no podía derrochar el dinero así como quiera.

El otro día llegué, y me las encontré llorando, llorando a lágrima viva. ¿Qué pasa? pregunté. «Nada: ¡que Angelina se fué!...» Pero ya verás, muchacho, ¡como todo eso pasa! Lo que es ahora, cuando llegues... ya verás.... ¡Buen rato vas a darles! ¿Por qué, doctor? Ya vino Fernández... hablé con él, y me dijo que el quince de Abril te espera en la hacienda.

Esto no es de mi obligación, pero como la niña no quiere hacer este quehacer, aquí me tiene usted.... Por la noche, en torno de la mesa, mientras mi tía Pepa y Angelina hacían aquellas hermosas flores que han dejado perdurable fama en Villaverde, me instalaba yo, triste y contrariado, en un sillón, cerca de ellas, y sin decir palabra me engolfaba en la lectura de un libro ameno.

Palabra del Dia

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