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Al verlo el viejo, se abalanzó sobre Roger y rodeándole fuertemente la cintura con ambos brazos, gritó al otro que apuñaleara á su enemigo por la espalda. Acercóse el negro, recogió su arma y Roger creyó llegada su última hora, si bien no dejó de hacer vigorosos esfuerzos para derribar á su adversario, cuya garganta apretaba con furia mientras forcejeaban ambos de uno á otro lado del camino.

Golfín esperó y con paso muy quedo acercose más. Choto estaba frente a la Nela, echado sobre los cuartos traseros, derechas las patas delanteras, y mirándola como una esfinge. La Nela miraba hacia abajo.... De pronto empezó a descender rápidamente, más bien resbalando que corriendo. Como un león se abalanzó Teodoro a la sima, gritando con voz de gigante: ¡Nela! ¡Nela!

Acaso había dejado la enseñanza y traspasado el colegio; ¿quién sabe? Volví a subir la escalera y llamé. Se abrió la puerta y... un perro viejo, lanudo, Mustafá, en una palabra, se abalanzó a , loco de alegría, ladrando, ahullando, gruñendo, saltando... había encontrado al fin un amigo... había encontrado a Amparo.

Simoun se levantó de un salto y se abalanzó al joven. ¿Se ha muerto? preguntó con acento terrible. Esta tarde, á las seis; ahora debe estar... ¡No es verdad! rugió Simoun pálido y desencajado, ¡no es verdad! María Clara vive, ¡María Clara tiene que vivir! Es un pretesto cobarde... no se ha muerto, ¡y esta noche la he de libertar ó mañana muere usted! Basilio se encogió de hombros.

Pero se irguió sobre sus piernas, vació en el bolsillo las monedas que tenía en la mano, se retiró un poco, como los carnívoros cuando van á dar el salto, y se abalanzó hacia su tía. Antes que ésta pudiera defenderse, los diez dedos puntiagudos y como acerados de su contraria estaban sobre su cara, pegados cual si tuvieran un gancho en cada falange.

Rafael estaba pálido y tembloroso como si le agitase un propósito criminal. ¡Leonora! ¡Leonora!... ¿Y he de marcharme así? Le enloquecía aquella boca impregnada de miel, y de repente, disparándose en él la pasión contenida y sujeta por el miedo, se abalanzó sobre la artista, la agarró las manos y buscó ávido sus labios, como si pretendiera beber el zumo que se deslizaba hasta la redonda barbilla.

Despidióse el marqués, y Vergara lo acompañaba a la sala; pero al llegar a ésta, volvió la cabeza hacia una mampara que comunicaba al dormitorio de Evangelina, y al través de los cristales vióla sollozando de rodillas ante una imagen de María. Un vértigo horrible se apoderó del espíritu de don Fernando, y rápido como el tigre, se abalanzó sobre el marqués y le dió tres puñaladas por la espalda.

Pero si quieres empezar, puedes hacerlo... Isabel no contestó. Siguió riendo de un modo insolente. Al cabo dijo con calma provocativa: La verdad es, querido, que se te caen los calzones de hombre de bien. El rostro del guapo se enrojeció, alzóse airado de la silla y se abalanzó á la insolente, diciendo: Oye , niña guasona, ¿quieres probar cómo saben las bofetadas de este hombre de bien?

Al punto se abalanzó hacia el pequeño bulto D. Paco, y observándolo y recogiéndolo, dijo: ¿Una cartita, eh? La ha arrojado un hombre. Inés, que se acercó de nuevo a la reja, exclamó con terror: ¡Doña María, doña María viene ya! Se quedaron muertas, petrificadas; pero con presteza extraordinaria las tres empezaron a ordenar los objetos, para que cada cosa estuviese en su sitio.

Cogió al niño de brazos de su cuñada, y sin mirarlo, como si quisiera evitar un enternecimiento indigno de él, lo pasó a los brazos de la vieja, encargándole su cuidado... Era asunto de media hora: volverían pronto por él, en cuanto terminasen cierto encargo. Marieta rompió en sollozos y se abalanzó al niño para besarle. Pero su cuñado tiró de ella. Avant, avant. Se hacía tarde.