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Sin embargo, lo hizo, tomando en seguida las de Villadiego. Pero, al mirar hacia atrás, sorprendiose al ver el sombrero fuera de su sitio y a Sandy sentado y mirando a todos lados como para orientarse.

La Junta, pues, es el precursor de un partido por lo regular, y esta clase de Juntas andan siempre por esos caminos interceptando, o interceptadas, cuando no están fuera del reino tomando aires, o tomando las de Villadiego, que de todo toman las juntas. La que en el día llama nuestra atención es la de Castel-o-Branco.

Pero, dejando esto aparte, dígame vuestra merced qué haremos deste caballo rucio rodado, que parece asno pardo, que dejó aquí desamparado aquel Martino que vuestra merced derribó; que, según él puso los pies en polvorosa y cogió las de Villadiego, no lleva pergenio de volver por él jamás; y ¡para mis barbas, si no es bueno el rucio!

¡Cómo! ¿no los tienes por herejes, bandidos y agentes del diablo? Petrilla se echó a reír a carcajadas. Vea señorita, el modo de hablar de esos herejes es tan dulce, que... Aquí se interrumpió para darse un gran coscorrón en la cabeza. Torció su delantal, bajó los ojos, y me pareció que estaba por tomar las de Villadiego. ¿Y después? ¡Termina!

No, no le conocían bien: don Bernardino era un truchimán de primo cartello, y ya tendría a buen recaudo todos sus valores, para tomar las de Villadiego el mejor día; después, échenle ustedes un galgo. Que la familia se iba al Frigal, y salían las propiedades a remate... ¡farsa! ¡ojalá pudiera ella registrarles los baúles!

Los que abajo hacían el gasto tomando café ó chocolate, sentían en los momentos agitados de la polémica un estruendo espantoso en las regiones superiores, de tal modo, que algunos, temiendo que se les viniera encima el techo con toda la mole patriótica que sustentaba, tomaron las de Villadiego, abandonando la costumbre inveterada de concurrir al café.

El mar se rizaba blandamente sonriendo a la privilegiada villa, y el sol asomaba majestuosamente su disco por detrás de las olas, dispuesto a dar gusto siquiera una vez en su vida a los honrados peñascos. Porque desde tiempo inmemorial se sabía que apenas se preparaba una fiesta en Peñascosa, el sol tomaba las de Villadiego y dejaba que las nubes diesen buena cuenta de ella.

Cuando la sociedad nos declara la guerra, o hay que rendirse entregándole las llaves de la plaza del alma, por otro nombre la vergüenza, o hay que tomar las de Villadiego, emigrando a la eternidad. Este es el dilema, the question, como decía el otro: o vivir sin decoro, o buscar en la muerte la imposibilidad absoluta de ruborizarse. Te desconozco. no eres yo.

El demonio ofrece sus mercaderías á las labradoras, y la más piadosa, conociendo el juego, exclama: «Jesús, Jesús, Dios y hombre verdadero,» y al oirla, toma el demonio las de Villadiego, y el serafín se mezcla en el tropel, para poner á la venta virtudes, aunque con poco éxito. Las jóvenes labradoras le aseguran que los mancebos, para elegir esposa, atienden más al oro que á las virtudes.