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Pase usted... señor. Buenas noches, caballero. Saludaba con humildad, con aquella voz trémula que hizo reír a Yáñez, y al quitarse el sombrero descubrió una cabeza pequeña, cana y cuidadosamente rapada. Era un cincuentón obeso, coloradote; la capa parecía caerse de sus hombros, y un mazo de dijes colgando de una gruesa cadena de oro repiqueteaba sobre su vientre al menor movimiento.

Y eso que el primo de Aresti era tan alto, que casi le sobrepasaba toda la cabeza; una cabeza, que conocía la villa entera, virilmente rapada, de ancha frente, y ojos serenos que derramaban hacia abajo una luz fría.

Un monaguillo fue a despabilar los cirios que ardían en torno de la imagen de Jesús, y de pie sobre el altar, con su cabeza rapada y sus ojos maliciosos, hizo muecas profanas a otros chicos que sus madres tenían orando de rodillas. Algunos clérigos salieron de los confesonarios y cruzaron hacia la sacristía a paso largo.

Tenía la piel amarilla, los pómulos salientes, los ojos oblicuos y los labios algo pronunciados. Llevaba la cabeza rapada y adornada con la larga trenza que usan todos los súbditos del Imperio Celeste.

También vinieron a verle Oricaín y Zugarramurdi, que le habían abandonado cuando cayó prisionero. Recibioles con indiferencia, y ellos se retiraron pronto. La cara de Zorraquín, que rapada era bondadosa, desaparecía ya entre un vellón áspero, negro y erizado, como bala de lana sin cardar.

Eran cabezas morenas o verdosas con grandes ojos de dramática expresión; vírgenes cobrizas con el pelo brillante y aceitoso partido por una raya que iba ensanchando cada vez más la rudeza del peine. Los hombres deteníanse un momento en la puerta para colocarse sobre la rapada cabeza, con luengos rizos en su parte delantera, el pañuelo que llevaban bajo el sombrero, a uso mujeril.

Sintió en la boca la amargura salitrosa; cegaron sus ojos, las aguas se cerraron sobre su rapada cabeza; pero entre dos olas se formó un pequeño remolino, asomaron unas manos crispadas y volvió a salir. Los brazos se dormían; la cabeza se inclinaba sobre el pecho como vencida por el sueño. A Juanillo le pareció cambiado el cielo: las estrellas eran rojas, como salpicaduras de sangre.

Tu patrona, hija mía, no figura en el calendario, y si no me equivoco, ha dado muchas veces la vuelta a la ciudad, con la cabeza rapada, y montada en una burra, con la cara vuelta hacia la cola... Barbero del infierno, tu garganta es demasiado estrecha para esas palabras; ¡por Cristo! te la voy a ensanchar.

«En cuanto a doña Leonor Michel, receptora de especies furtivas, la condeno a que sufra cincuenta azotes, que le darán en su prisión de mano del verdugo, y a ser rapada la cabeza y cejas, y después de pasada tres veces por la horca, será conducida al real beaterio de Amparadas de la Concepción de esta ciudad a servir en los oficios más bajos y viles de la casa, reencargándola a la madre superiora para que la mantenga con la mayor custodia y precaución, ínterin se presenta ocasión de navío que salga para la plaza de Valdivia, adonde será trasladada en partida de registro a vivir en unión de su marido, y se mantendrá perpetuamente en dicha plaza.

Y se puso a coquetear con el teniente, con el gallardo Fernando, que estaba en el balcón, de uniforme, al aire la rapada y morena cabeza, asediando a la niña con la media docena de palabritas galantes que tenía en su repertorio para los casos de conquista.