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En lo del viaje largo has acertado, pues, sin duda, siendo Dios servido, dentro de cuatro o cinco días me partiré a Flandes, aunque me amenazas que he de torcer el camino, y no querría que en él me sucediese algún desmán que lo estorbase.

¡Y quién mejor que ! ¡ que acabas de darme una prueba inapreciable de tu amor y de tu lealtad hacia ! ¡Partiré! Al momento. Esperemos... ¿Que esperemos, y dices que es de todo punto necesario?... Esperemos á mañana. Preconíceme Roma y nada temo.

Al regresar aquí he sabido que Eulalia había partido hoy para el campo. ¿Es que acaso sabía...? ¡Oh! yo partiré, yo también quiero partir; y mil veces he dirigido el cuchillo contra mi pecho, y mil veces he pedido a Dios la muerte y el aniquilamiento, porque si mi alma había de sobrevivir y recordar todo lo que ha vivido, era preferible no morir.

No replicó Santorcaz ; yo he vuelto a España para un asunto de intereses, y dentro de unos días partiré para Andalucía. Cuando arregle mi negocio, me volveré a Francia.

¡Oh! pero yo no aceptaré que usted tenga el menor disgusto por mi causa, interrumpió Mauricio con energía. Soy un cobarde por no haber sabido soportar mejor esta decepción. Pero yo daré buena cuenta de mi debilidad ... Hace mucho tiempo que estoy proyectando un viaje á España ... Partiré ... partiremos juntos.

La tomé de una mano. Un calor de vida se transmitía de esa mano a todo mi cuerpo. Ella la retiró, palideciendo más. Yo no dije nada, pero el llanto se me agolpó a los ojos. Ella me dijo: «Comprenda usted que tenemos que separarnosMi respuesta fue: «Su voluntad será cumplida siempre. Si usted quiere, mañana partiré. Esperaré desde lejos.

Pues bien: yo creo no equivocarme al seguir un ejemplo que ha sido para una advertencia: partiré para Rusia. Aquí tal vez se juzgaría con demasiada indulgencia mi delito, un delito originado por la pasión. Allá me espera la pena capital. Y luego, yo tengo que confesar al mundo que me he engañado.

Y se engañan, Miguel; siento la inspiración de la suerte. Vas á ver cómo me levanto con unos cuantos golpes. Es mi secreto. Si te lo digo me abandonará la fortuna....¡Hazme ese favor!... Pide los veinte mil al vejete que está allá mirándonos. No te los puede negar: eres el príncipe Lubimoff.... Si te parece bien, haremos sociedad: partiré contigo mis ganancias.

A cuyas razones respondió don Quijote, con mucha gravedad y prosopopeya: -Buena dueña, templad vuestras lágrimas, o, por mejor decir, enjugadlas y ahorrad de vuestros suspiros, que yo tomo a mi cargo el remedio de vuestra hija, a la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados, las cuales, por la mayor parte, son ligeras de prometer y muy pesadas de cumplir; y así, con licencia del duque mi señor, yo me partiré luego en busca dese desalmado mancebo, y le hallaré, y le desafiaré, y le mataré cada y cuando que se escusare de cumplir la prometida palabra; que el principal asumpto de mi profesión es perdonar a los humildes y castigar a los soberbios; quiero decir: acorrer a los miserables y destruir a los rigurosos.

Pero no, no impunemente gozarás de tu traición; yo partiré el corazón de ese rival insolente. ¡Tus lágrimas! ¿Yo creer pudiera, Leonor, en ellas cuando con tiernas palabras a otro halagabas ayer? ¡No te vi yo mismo, di! LEONOR. , pero juzgué engañada que eras , con voz pausada cantar una trova . Era tu voz, tu laúd; era el canto seductor de un amante trovador lleno de tierna inquietud.