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Dos o tres días antes de partir, otra vez empezaban los sollozos y las lágrimas; le tenía apretado contra su pecho largos ratos y le hacía prometer un millón de veces que le escribiría todos los días, que se abrigaría bien durante el viaje y que no saldría por las noches de casa.

Aquel habilidoso sistema de ser y no ser, de equilibrarse entre el absolutismo y los liberales, valiéndose de los unos contra los otros, de prometer y no cumplir, de encubrir con fórmulas, retóricas y dicharachos hoy desacreditados, pero entonces muy en boga, el lazo de la arbitrariedad y el espadón de la fuerza, dio resultados en época de tanta inocencia política, cuando la libertad era como un niño generoso y no exento de mimos, más fácil de engañar que de convencer.

Los dos hombres examinaron el cuadro con cuidado, hablaron en secreto algunos minutos y después el comprador dijo al prendero: 40 Doy cuarenta mil reales por el cuadro y cuatro mil reales para Vd., si quiere venderlo. Caballero, dijo el prendero si quiere Vd. volver mañana, tal vez pueda yo vender el cuadro; pero ahora no puedo prometer nada. 45

En esto se levantó don Quijote, y, encaminando sus razones a la Dolorida dueña, dijo: -Si vuestras cuitas, angustiada señora, se pueden prometer alguna esperanza de remedio por algún valor o fuerzas de algún andante caballero, aquí están las mías, que, aunque flacas y breves, todas se emplearán en vuestro servicio.

Nadie miraba el reloj del comedor, que seguía indiferente marcando el curso del tiempo. Cuando sonaron las nueve, todos se sobresaltaron. Fuera del hotel la algazara iba disminuyendo. Doña Manuela hizo prometer a sus amigos que la honrarían con su visita en los dos restantes días de la Pascua, y comenzaron los preparativos de marcha. Las criadas comparecieron rojas y sudorosas.

¡Oh, no, eso no! él que es un animal, un salvaje.... , es un salvaje... pero por lo mismo debí tratarle de otro modo. Lo que yo no perdono es el disgusto.... Deje usted, deje usted; hablaremos de ese bribón... otro día. Hoy no puedo... hoy... me sería imposible prometer a usted suavizar los rigores de la ley que está terminante. , ya ... pero, como nunca se aplica....

Figura también en los fumaderos de opio, aunque no haya absorbido nunca una bocanada de este brebaje. Es fea; tiene la boca demasiado grande, la nariz bastante puntiaguda y los ojos grises y muy pequeños; pero no parece tonta, y su carilla viciosa de pilluela, muy avispada, promete mucho. Para los hombres, prometer vale más que cumplir lo prometido.

Don Ramón, que traía en cartera el pagaré para que Juana lo refrendase y pusiese en él su visto bueno, en vez de dar o prometer, recibió, por lo pronto, las veinticinco onzas peluconas, o sean los ocho mil reales. Pero don Ramón se sintió estimulado a competir y hasta a vencer su generosidad a los otros.

Sin duda sospechaba algo, y como persona de mucho pesquis, no se tragaba ya aquellas bolas del estudiar fuera de casa y de los amigos enfermos a quienes era preciso velar. A los dos días de aquel en que el exaltado mozo se arrancó a prometer su mano, doña Lupe tuvo con él una grave conferencia.

Suspiró doña Lucía al oír esto. Había comprendido. El Magistral quería decir que si él fuese rico, su dinero sería de San Pedro y de las instituciones piadosas. «¡Y pensar que había quien calumniaba a aquel santo suponiéndole cargado de oro!». Don Fermín antes de salir de aquella casa, donde su imperio no tenía límites, volvió a prometer una visita a las Salesas.