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»Yo le dije esto de manera que ella me entendió muy bien a todas las razones que entrambos pasamos; y, echándome un brazo al cuello, con desmayados pasos comenzó a caminar hacia la casa; y quiso la suerte, que pudiera ser muy mala si el cielo no lo ordenara de otra manera, que, yendo los dos de la manera y postura que os he contado, con un brazo al cuello, su padre, que ya volvía de hacer ir a los turcos, nos vio de la suerte y manera que íbamos, y nosotros vimos que él nos había visto; pero Zoraida, advertida y discreta, no quiso quitar el brazo de mi cuello, antes se llegó más a y puso su cabeza sobre mi pecho, doblando un poco las rodillas, dando claras señales y muestras que se desmayaba, y yo, ansimismo, di a entender que la sostenía contra mi voluntad.

Amaba a Margalida, a la gentil «Flor de almendro»; estaba convencido de su pasión, e iría donde ella le arrastrase. Su propósito era hacer en adelante lo que le ordenara su voluntad, sin escrúpulos ni prejuicios. Bastante tiempo había sido esclavo de ellos. No; ni reflexión ni arrepentimiento. Amaba a Margalida, y era uno de sus pretendientes, con el mismo derecho que cualquier atlot de la isla.

Sonajas y parches alzarán en coro frente a los belenes pastoril canción, y sobre el establo, una estrella de oro marcará la senda de la adoración. Son trozos de espejo los azules lagos, algodón las nubes, lo demás cartón; cruzarán un puente los tres Reyes Magos y ordenará Herodes la degollación...

Dicho Portugues parece de 45 años, y dice que viene á ordenarse, cuando no hay aquí Obispo, ni trae dimisorias, ni tiene beneficio eclesiástico: y á los que le reconvienen con esto, responde: que esperará al Obispo, que se ordenará y domiciliará aquí.

Hace mucho tiempo que detesta al conde miserable que se atreve aún a conservar un poco de altivez, y mañana, quizá, le echará de su nido familiar y ordenará luego la destrucción del nido. Es pobre, va mal vestido. Los perros de la aldea le morderán las piernas; las mujeres y los niños harán mofa de él. ¿Adónde irá entonces el desgraciado conde?

Tal vez pensó la mano misteriosa que así á un suplicio eterno me condena, que al ver perdida mi ilusion hermosa, al verme entre las sombras de la pena, en justo desagravio del martirio que en un infierno convirtió mi vida, ciego, iracundo, presa del delirio fuese á buscar el arma del suicida... ¡Ah! nunca; suya fué la atroz sentencia que, dócil al capricho de mi suerte, me libró, sin pedirlo á la existencia, y ella no más ordenará mi muerte.

Esta inexplicable conducta de los jefes americanos se hizo más evidente con los telegramas que el General Anderson en dicho dia 13, me dirigió desde Maytubig, rogando que ordenara á nuestras tropas no entrasen en Manila, petición, que fué denegada, toda vez que era contraria á lo pactado y á los altos fines del Gobierno revolucionario, que al tomarse el inmenso trabajo de sitiar Manila durante dos meses y medio, sacrificando miles de vidas y millones de intereses materiales, no podía ser, seguramente, con otro objeto más que con el de capturar Manila y la guarnición española que defendía con firmeza y tenacidad la plaza.

Cuando la guerra del Rosellón... ya sabe usted que tomé parte en aquella campaña y que todos los triunfos se debieron a mi acierto en el manejo de la Artillería... La batalla de Masdeu, ¿por qué cree usted que se ganó? El general Ricardos me situó en una colina con cuatro piezas, mandándome que no hiciera fuego sino cuando él me lo ordenara.

Pues sacarle las tripas al aire a ese pendejo respondió Fabricianito con la misma calma y acento meloso que si ordenara servirle una limonada. Toma el fierrito, niño. Fabricianito no se hizo esperar y echó mano al cuchillo. Federiquito hizo otro tanto.