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La marquesa de Villasis habíase negado rotundamente a aceptar la presidencia; Currita rechazó la humillante oferta de un cargo secundario, con muestras de gran resentimiento; las carlistas, muy indignadas, tiraron por un lado, y las radicales, muy ofendidas, se fueron por el otro, dejando vacante el canto épico a la caridad que perpetraba en silencio la excelentísima señora doña Paulina Gómez de Rebollar de González de Hermosilla, y vacío el gran bolsón Pompadour de terciopelo rojo que la señora de López Moreno pensaba encargar a la modista para recoger las colectas.

Este mote de «pingüinos» no era de su cosecha. ¡Que le librase Dios de tamaño atrevimiento!... Los «pingüinos» eran las señoras más notables de a bordo, matronas argentinas que al no poder ocupar el trasatlántico entero, lo mismo que un yate propio, se habían concentrado en esta parte del buque como asustadas y ofendidas del contacto con los demás.

Procuraba también ocultarse y hacerles pensar que estaban solas, espiándolas por el quicio de las puertas o presentándose de golpe cuando menos lo esperaban. Al principio las domésticas no podían comprender qué significaban aquellos desusados pasos y lo tomaban como una de sus muchas extravagancias; pero así que lo supieron se mostraron tan ofendidas que resolvieron marcharse.

Si quieres entrar, Preciosa dijo una de las tres gitanillas que iban con ella , entra enhorabuena; que yo no pienso entrar adonde hay tantos hombres. Mira, Cristina respondió Preciosa : de lo que te has de guardar es de un hombre solo y a solas, y no de tantos juntos; porque antes el ser muchos quita el miedo y el recelo de ser ofendidas.

Pasa la armada á la Natolia, y hecha la gente en el cabo de Artacio. Con el peligro de la pendencia entre Catalanes y Genoveses, advirtió Andronico los que pudieran suceder, por tener dentro de la Ciudad diferentes y varias naciones armadas, y ofendidas, que con ménos ocasion que la vez pasada vinieran sin duda á rompimiento.

No podía ni quería retroceder y charlar de nuevo y reanudar amistades con las mozuelas que antes había tratado, las cuales, ofendidas ya, le darían acaso mil sofiones; ni menos podía intimar, aunque lo desease, con las hidalgas y con las hijas de los labradores ricos, que se preciaban de señoritas y que huirían de ella, así por la humilde posición de su madre como por su ilegítimo nacimiento y por la mala fama que le habían dado en el lugar, y que entre todos sus habitantes cundía.

¿Son ustedes andaluzas? preguntaba intencionadamente a las hembras sentadas en corro sobre el duro suelo, mirándose silenciosas, con la mandíbula apoyada en una mano. ¡Nosotras andaluzas! exclamaban ofendidas . Somos mujeres de nuestra casa. Nosotras no salimos a engañar a la gente. Eran gitanas manchegas.

Por eso las llevas descubiertas, coquetona. Muchas de las máscaras echaron a correr, chillando, asombradas de este reconocimiento y ofendidas por la alusión a sus manos enguantadas. Un grupo de mozos bajaba la cuesta, y ellas, con el deseo de ser perseguidas, corrieron a su encuentro. Maltrana quedó casi solo, junto al bebé.