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Ya sé lo que quieren estas bribonas cuando detienen á una; que no van sino á meterle la mano en los bolsillos cuando está una más descuidada, contestando: "Váyase noramala la muy piojosa, y si no llamo á un alguacil."
Ya atiendo, señora, ya atiendo. ¿Pues no me ve?... Hijo, gloria de tu madre, emperador del mundo... ¡Ay!, crea usted que si aquellos perros guindillas no me dejan venir a dar de mamar a mi hijo, no sé lo que me pasa... El mismo Samaniego fue quien me soltó, diciendo: «Que se vaya noramala». Pues sí, señora, estoy contenta.
Váyase usted noramala. Tome usted para el billete de la señora. Diciendo esto, introdujo la diestra en el bolsillo de su americana, y sacó unos papeles grasientos y verdosos, cuya vista despejó al punto el perruno entrecejo del empleado, que al recibir el billete bajó dos o tres tonos el diapasón de su bronca voz.
Así, noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. Cásese, cásese luego, encomiéndole yo a Satanás, y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis, vobis, y, en siendo rey, hágame marqués o adelantado, y luego, siquiera se lo lleve el diablo todo.
Si todo se vuelve lametones y cortesías, no nos hará caso y quizá, quizá nos mande noramala. Es menester alguna firmeza, que vea cierto carácter, ¿eh? Vamos, ¿cómo va usted á entrarle, P. Cándido? Descuide, hermano, que yo le diré lo que me parezca justo y adecuado á la ocasión. Pues eso ¿qué duda tiene, P. Cándido?
Los mayorales, que han pasado la mañana reunidos en grupos, liada al braza la tralla, fumando y escupiendo por el colmillo, mandan noramala a las desharrapadas mozuelas que, con el décimo de la lotería en la mano y la hez del idioma en los labios, van de uno en otro ávidas de piropos soeces; cada hombre se coloca en su puesto, y empieza a oírse el grito tentador: ¡Eh, arriba! ¡a la plaza!
Hubo aquello de «con tal que no haya escándalo..., yo no quiero líos..., usted parece persona decente, etc., etc.». Todo lo cual oyó Cristeta violentándose para no enviar a la Jesualda noramala.
Grandes noticias, grandes noticias traigo, Sr. D. Gonzalo Fernández de Córdova exclamó desde la puerta . Aguárdense todos, si quieren saber la verdad pura. ¿Pero se van estas niñas? ¿Por qué me tienen miedo? ¿Y usted, D. Roque, no quiere escuchar?... Vayan noramala, pues, y ustedes se lo pierden, por que no saben lo que ocurre... La lanza, señor Fernández, tome usted al punto la lanza, y prepárese al combate, porque se acerca lo tremendo, y ahora verá quiénes son buenos patriotas y quiénes no lo son.
Aquel caballero, ¿sería él? ¿Tendría mucho dinero, o tal vez fuese todo una broma grosera, una venganza por las pasadas esquiveces y amenazas de mandarle noramala? ¿Y si el estanquero tuviese gato? ¡Buena torpeza estaría el tratarle despreciativamente, pudiendo, con maña, sacarle el oro y el moro! ¿Habría en realidad otro caballero?
Palabra del Dia
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