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Así, noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. Cásese, cásese luego, encomiéndole yo a Satanás, y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis, vobis, y, en siendo rey, hágame marqués o adelantado, y luego, siquiera se lo lleve el diablo todo.

-Dígame, señor bachiller -dijo a esta sazón Sancho-: ¿entra ahí la aventura de los yangüeses, cuando a nuestro buen Rocinante se le antojó pedir cotufas en el golfo? -No se le quedó nada -respondió Sansón- al sabio en el tintero: todo lo dice y todo lo apunta, hasta lo de las cabriolas que el buen Sancho hizo en la manta.

-Acaba, glotón -dijo don Quijote-; ven, iremos a ver estos desposorios, por ver lo que hace el desdeñado Basilio. -Mas que haga lo que quisiere -respondió Sancho-: no fuera él pobre y casárase con Quiteria. ¿No hay más sino tener un cuarto y querer alzarse por las nubes? A la fe, señor, yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo.

Siempre estaban o iban en medio las dos mujeres, y alternando, a un lado y otro, ambos galanes. Ellos quisieron obsequiarlas con confites, pero ninguna de las dos consintió tamaño despilfarro. Para que don Paco no lo tomase a desaire, dejó Juana que le comprase un buen puñado de cacahuetes y cotufas, que se echó en el bolsillo y que iba comiendo.

Si por lujo se entiende lo que yo entiendo, yo le quiero y le requiero. Y si ahora no le pido es porque sería pedir cotufas en el golfo, y porque con esta picara guerra de Cuba no está la Magdalena para tafetanes. Pero supongamos, y Dios nos oiga, que ya se acabó la guerra de Cuba y que volvemos á tener prosperidad y bienandanza.

Al llegar aquí arrojé la pluma, despechado y decidido a consultar todavía con la almohada si en los términos de lo lícito me quedaba algo que hablar, para lo cual determiné verme con un amigo, abogado por más señas, lo que basta para que se infiera si debe ser hombre entendido, y que éste, registrando su Novísima y sus Partidas, me dijese para de aquí en adelante qué es lo que me está prohibido, pues en verdad que es mi mayor deseo ir con la corriente de las cosas sin andarme a buscar cotufas en el golfo, ni el mal fuera de mi casa, cuando dentro de ella tengo el bien.

Con cierta moral alambicada, que don Acisclo no podía conocer, acaso hubiera salvado los intereses del marqués, acaso hubiera hecho durar otros cuantos años más el esplendor de la casa; pero pedir esto por aquellos lugares era pedir cotufas en el golfo.