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Para justificar las señoritas este avance hacia los parajes ocupados por sus amigos, continuaban su tarea distributiva entre los señores adormilados que fingían leer en las inmediaciones del fumadero. «Señor, ¿un bombón?...» Y el gringo, despertado de su lectura por la voz juvenil, levantaba los ojos del volumen alemán o inglés y metía la mano en la arquilla murmurando: «Grachias, mochas grachias». Luego, volvía a sumirse en el libro adormidera. «Señor, ¿un chocolate?» Y el brasileño de tez amarilla y picudas barbillas, enjuto y anguloso, como si el sol ecuatorial hubiese absorbido toda su grasa, saltaba del sillón con galante apresuramiento, como si le fuese en ello la vida: «Muito obrigado... ¡oh! muito obrigado». Y sólo al estar lejos la señorita osaba devolver la gorra a su cabeza y la cabeza al respaldo del asiento.

Claro: se había ido a su tierra, huyendo de la furia de Ponte... pero él estaba decidido a no parar hasta descubrirle, y obligarle a cumplir como caballero, aunque se escondiese en el último rincón del Atlas. «Si venier galán bunito dijo el moro riendo tan estrepitosamente, que los extremos de su boca se le enganchaban en las orejas , dar él patás mochas.

Pieldras de diversas clases, mochas, mochas, que pronto formaron montones que no cabrían en ninguna casa: rubiles como garbanzos, perlas del tamaño de huevos de paloma, tudas, tudas grandes, diamanta fina en tal cantidad, que había para llenar de ellos sacos mochas, y con los sacos un carro de mudanzas; esmeraldas como nueces y trompacios como poño mío...

Tuda, tuda la que haber en el Banco, millonas mochas, lotería, tuda pa ti, hiciendo lo que decir ti. Pues si eso es tan fácil, ¿por qué no lo hacen otros? ¿O es que solo tienes el secreto? ¡El secreto solo!

Y estando ansí el bulto, llegó Inca Yupanqui á do el bulto estaba, el cual iba descalzo, y como llegase á él, hízole sus mochas y gran reverencia, mostrándole gran respeto; é ansí, tomó el bulto del ídolo en sus manos y llevólo á do era la casa y lugar do él habia de estar; en la cual casa estaba hecho un escaño, hecho de madera y muy bien cubierto de unas plumas de pájaros tornasoles de diversas maneras y colores, de las cuales y con las cuales era muy vistosamente labrado; en el cual escaño puso Inca Yupanqui el bulto del ídolo.

Nombre mío Mordejai declaró el ciego , y ser yo nacido en un puebro mu bunito que llamar allá Ullah de Bergel, terra de Sus... ¡oh! terra divina, bunita... mochas arbolas, aceita mocha, miela, frores, támaras, mocha güena».

Lo primero es que te pongas bueno. estar bueno... no c'lentura ya... contentada. viener migo siempre, por mondo grande, caminas mochas, libertanza, mar, terra, legría mocha... Muy bonito; pero ahora caigo en la cuenta de que y yo tenemos hambre, y entraremos a cenar en cualquier taberna. Si te parece, aquí en la Cava Baja... Onde quierer , yo quierer...».

La operación, pasados los cuarenta días de penitencia, terminaba por escribir en un papelito, como los de cigarro, ciertas palabras mágicas que él sabía, él solo; luego se soltaba el papelito en el aire, y mientras el viento lo llevaba de aquí para allá, ella y él rezarían devotamente oraciones mochas, sin quitar los ojos del papel volante.

Y cuando él ansí estaba haciendo el sacrificio, ningun señor osaba entrar dentro, y todos se quedaban en el patio, y allí hacian ellos fuera sus sacrificios y sus mochas y adoramientos.

Pues ve diciendo; pero no engañes, no engañes, te digo. N'gañar no ti... ¿Podemos hacerlo ahora? No: hacirlo a las doce del noche. ¿Tiene que ser a esa hora? Siguro, siguro... ¿Y cómo salgo yo de casa a media noche?... Amos, déjame a de pamplinas. Verdad que podría decir, un suponer, que se ha puesto malo D. Romualdo y tengo que velarlo... Bueno: ¿qué hay que hacer? N'cesitas cosas mochas.