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A medida que avanzaba la sombra, levantábase del mar una brisa fresca, que agitaba por instantes los picos del pañuelo de Amparo y los cabellos rubios de Baltasar, en los cuales se detenían las postreras luces del sol, haciendo de su cabeza una testa de oro.

¡Aquí tienes a este morral! bramaba el tabernero . Ha estao hecho un maleta. ¡Y para esto me gasto yo el dinero!... Levantábase iracundo el temible garrote, y el hombre vestido de seda y oro, el que había asesinado poco antes a dos pequeñas fieras, intentaba huir, ocultando la cara tras un brazo, mientras la madre se interponía entre los dos. Pero ¿no ves que viene herido?

Pasé la noche en revolver trazas; unas veces me determinaba a rogárselo por Jesucristo, y considerando lo que le pasó con ellos vivo, no me atrevía. Mil veces me quiso desatar, pero sentíame luego y levantábase a visitarme los nudos, que más velaba él en cómo forjaría el embuste que yo en mi provecho.

El arrugado viejo se erguía, sus mortecinos ojos brillaban como débiles pavesas; movía el cayado cual si aún estuviese pinchando á los enemigos. Luego venían los consejos: detrás del viejo bondadoso levantábase el hombre feroz, de entrañas duras, formado en una guerra sin cuartel. Hacíanse visibles sus fieros instintos, petrificados en plena juventud é insensibles al paso del tiempo.

Pero ¡ay!, en estos tiempos corrompidos no hay flor que no se aje, ni pureza que no se manche, ni resplandor que no se oscurezca con alguna nubecilla. Está dicho todo, y con esto, señoras, pido a ustedes licencia para retirarme. Levantábase para partir, cuando doña Flora le detuvo diciendo: ¿Qué es eso, Sr. D. Pedro? ¿Qué arrebato le ha dado? ¿Hace usted caso de las bromas de Amaranta?

En mitad del prado levantábase sobre un pedestal, resguardado por una verja, la estatua de san Ignacio de Loyola, hijo y patrono de Guipúzcoa, alzando la mano como para bendecir aquella comarca en que se meció su cuna y en que parece proyectarse aún la sombra benéfica de su figura gigantesca.

Levantábase tarde, se iba al casino y allí pasaba la mayor parte del día jugando al billar, en el cual llegó a ser extremado. A pesar de ser el niño mimado de la población, visitaba pocas casas. Prefería la vida estúpida y depravada del café, a la cual se había habituado.

Levantábase de diez a once de la mañana, y después de acicalarse se iba a la confitería de D.ª Romana, donde hallaba sabrosa compañía que le enteraba de todos los cuentos que corrían por la población.

Fueron penosísimos los primeros pasos en la carrera. La pereza y la debilidad le retenían en el lecho por las mañanas más tiempo del regular, y la pobre doña Lupe pasaba la pena negra para sacarle de las sábanas. Levantábase ella muy temprano, y se ponía a dar golpes con el almirez junto a la misma cabeza del durmiente, que las más de las veces no se daba por entendido de tal estruendo.

Porque, habrán de saber, que tenian una usanza estos Señores, que cuando algun capitan y capitanes venian victoriosos de la guerra, traian las insignias y adornamentos de los tales señores que en la guerra mataban y prendian; y como entrasen los tales capitanes por la ciudad del Cuzco victoriosos, é traian delante de las insinias y prisioneros, é poniénlas delante de sus Señores, y los Señores, viendo el tal despojo é insinias y prisioneros delante de , levantábase el tal Señor, é pisábalo é daba un paso por encima de los tales prisioneros.