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No estarán demás otras recomendacionesNada me gustaron los dos o tres pretendidos profesores que al día siguiente se presentaran en casa. No traían diplomas, ni recomendaciones. Más que austeros sacerdotes de la religión del bridge, más que aristocráticos súbditos de su majestad el Bridge, pareciéronme aventureros y caballeros de industria. Por eso los despaché...

¡Esa gachí!... murmuraba Gallardo, descorazonado . Paese que ha vivío siempre con granujas que enseñaban sus cartas a too er mundo, y tié mieo. Cualquiera diría que no me cree cabayero porque soy un mataor. Otras originalidades de la gran señora traían enfurruñado y triste al torero.

Discurriendo así, Rosalía se admiraba a misma, quiero decir que admiraba a la Rosalía de la época anterior a los trampantojos que a la sazón la traían tan desconcertada; y si por una parte no podía ver sin cierto rubor lo cursi que era en dicha época, por otra se enorgullecía de verse tan honrada y tan conforme con su vida miserable.

Siempre le quedaba en el fondo del corazón un sentimiento de despecho contra aquellas relaciones que no le traían ninguna viva emoción, ni siquiera nuevos placeres. La de ahora ofrecía una originalidad que la encantaba. Su amante era un niño a quien casi doblaba la edad. Había comenzado a adorarla por el parecido que la hallaba con su madre.

Rivadavia había establecido correos que de ocho en ocho días llevaban y traían la correspondencia de las provincias a Buenos Aires, y uno mensual a Chile y otro a Bolivia, que daban el nombre a las dos líneas generales de comunicación establecidas en la República.

Todos los demas ginetes, trompetas y oficiales de las cuatro compañías, traían marlotas de terciopelo verde aforradas en tafetan blanco, con cercos de una trenza de plata y seda, y caperuzas de lo mismo, y banderas de las mesmas colores en las lanzas, y muy buenas adargas: debajo traían muy buenas armas todos, espadas y dagas plateadas, vainas de terciopelo verde y talabartes bayos.

Pero veis aquí cuando a deshora entraron por el jardín cuatro salvajes, vestidos todos de verde yedra, que sobre sus hombros traían un gran caballo de madera. Pusiéronle de pies en el suelo, y uno de los salvajes dijo: -Suba sobre esta máquina el que tuviere ánimo para ello. -Aquí -dijo Sancho- yo no subo, porque ni tengo ánimo ni soy caballero.

Los navegantes de vuelta de África traían manojos de plumas de avestruz, colmillos de marfil, y estos tesoros y otros iban a adornar los salones de la casa, perfumados por misteriosas esencias, regalo de los corresponsales asiáticos.

Habíase en este tiempo vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traía cuando la hallaron, que, aunque no eran muy buenos, hacían mucha ventaja a los que dejaba. Apeáronse junto a la fuente, y con lo que el cura se acomodó en la venta satisficieron, aunque poco, la mucha hambre que todos traían.

Además dijo: Este es la iniquidad de ellos en toda la tierra. 7 Y he aquí, levantaron un talento de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. 9 Alcé luego mis ojos, y miré, y he aquí dos mujeres que salían, y traían viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y alzaron el efa entre la tierra y los cielos.