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No entendía lo que le decían los camaradas, y con el rostro intensamente pálido, frunciendo las cejas como para concentrar su atención, balbuceaba sin saber lo que decía: ¡Fuera too er mundo! ¡Ejarme solo! Mientras tanto, en su pensamiento seguía cantando el terror: «¡Hoy mueres! ¡Hoy es tu última cogidaEl público adivinaba los pensamientos del espada en sus desacompasados movimientos.

Te los has metió en er borsiyo dijo el Nacional, que estaba con el capote preparado cerca del toro. La muchedumbre manoteaba llamando al torero. «¡Aquí, aquíCada uno quería que matase al toro frente a su tendido, para no perder ni un detalle, y el espada vacilaba entre los llamamientos contradictorios de miles de bocas.

Sólo el inglés se mantenía también tranquilo y serio. De cuando en cuando, sin que se alterase poco ni mucho la expresión fría de su rostro, gritaba en español chapurrado alguna frase asquerosa que hacía retorcerse de risa a las chicas. ¡Qué grasia tiene er chavó! ¡Maldita sea su estampa! exclamaba la Carbonera, que gozaba realmente con la excentricidad del inglés. Los demás no les hacían caso.

El dia siguiente 1.º de pascua de Resurreccion 3 de abril, celebró de pontifical D. Pedro Lope de Luna, 1.er arzobispo de esta iglesia, que habia sido erigida en metrópoli el año 1318 por Juan 22. El Rey puso la corona sobre el altar, se revistió el alba, se puso la estola y manípulo, y sobre todo la dalmática real.

Eso no vale na, ¡embustero! decía reprobando un capeo mal dado. ¡Arza der suelo, cobardón!... A ve, que le den vino pa que se le pase er susto gritaba cuando un muchacho persistía en seguir tendido luego de pasarle el toro sobre el cuerpo.

Y ahora, desde su asiento, saludaba al diestro, llamándole Juaniyo, tratándole de , pavoneándose satisfecho cuando el novillero, atraído por tantos gritos, acabó por fijarse en él, contestándole con un movimiento de su estoque. Es mi cuñao decía el talabartero, para que le admirasen los que estaban junto a él . Siempre he creío que este chico sería argo en er toreo.

¡Esa gachí!... murmuraba Gallardo, descorazonado . Paese que ha vivío siempre con granujas que enseñaban sus cartas a too er mundo, y tié mieo. Cualquiera diría que no me cree cabayero porque soy un mataor. Otras originalidades de la gran señora traían enfurruñado y triste al torero.

Llegaron a pie tras dos jornadas de marcha, y el propietario, al ver a la tropa polvorienta, con sus líos de capotes, dijo solemnemente: Al que quee mejó le pago er billete pa que güerva a Seviya en ferrocarrí. Dos días pasó el señor del cortijo fumando en el balconcillo de su plaza mientras los chicos de Sevilla lidiaban toretes, siendo muchas veces alcanzados y pateados.

Juaniyo, que se etenga er «paso». Hay en er café unas señoras forasteras que quieren ve bien a la Macarena.

Por la faja azul que limitaban las dos filas de aleros pasaba un nubarrón obscuro. No hay cuidao dijo el marqués gravemente . Al salir de casa he visto un papeliyo que lo yevaba er viento en una direcsión que yo me . No yoverá. Y todos asintieron, convencidos. No podía llover, ya que lo aseguraba el marqués de Moraima.