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La joven saludábalas con dulce sonrisa, y todas ellas prorrumpían en formidable griterío. ¡Danos argo, señorita!... ¡

Y una voz bronca, debilitada por el dolor, como si viniese de lo más profundo de los pulmones, gemía entre suspiros, con un acento que recordaba a Carmen su tierra: ¡Virgen de la Soleá!... Creo que me he roto argo. Mire bien, dotor... ¡Ay, mis hijos! Carmen se estremeció de espanto. Elevaba sus ojos a la Virgen, extraviados por el miedo.

Á esta hora veremos la Via Láctea elevarse desde el horizonte hasta el cenit, inclinándose ligeramente hacia oriente. Á lo largo de su camino aparecen en este momento, unas por encima de otra, tres brillantes constelaciones, que son, nombrándolas de abajo arriba, el Centauro, la Cruz del Sur y el Navío ó Argo.

Las mujeres de nuestro brazo huelen a carne limpia, a ropa blanca. Pero ésta, Sebastián, ¡ésta!... Figúrate juntas toas las rosas de los jardines del Alcázar... No, es argo mejor: es jazmín, madreserva, perfume de enreaeras como las que habría en el huerto del Paraíso; y estos güenos olores vienen de aentro, como si no se los pusiera, como si fuesen de su propia sangre.

La nueva Argo estaba ya cerca del continente que buscaba y todos sus tripulantes doblaron las rodillas y dieron gracias al cielo. Harto sabía Morsamor, desde antes de que abandonase su convento, las tentativas infructuosas y desgraciadas que, para hallar paso por mar del Atlántico al Pacífico, se habían hecho hasta entonces.

No será uno rico tan aprisa como con el secuestro, pero argo es argo, y siempre es mejor que destripar terrones o servirles er chocolate en la cama a los señores. ¿No le paese, don Isidro? Y don Isidro aprobó otra vez. Una idea tan buena como la anterior; también habría que pedir privilegio, para que el gobierno no permitiese matar indios más que a la partida del señor Antonio el Morenito.

Me ha dao de repente en el corasón que a ese escribano le va a pasar argo antes de las elecsione... Es un presentimiento... vamos... y mire usté, cuando yo he tenío alguno casi siempre se ha realisao.

Se fue el coche, y quedamos solos en medio der camino. «Oye, yo soy el Plumitas, y te voy a dar argo para que te acuerdes.» Y le di. Pero no lo maté en seguía. Le di en sierto sitio que me yo, pa que viviese aún veinticuatro horas y cuando lo recogiesen los siviles pudiera desir que era el Plumitas quien le había matao. Así no había equivocasión ni podían otros darse importansia.

Permaneció un rato contemplando al espada, y luego añadió con acento de convicción: Creo, señó Juan, que hemos venío al mundo argo tarde. ¡Las cosas que hubiésemos hecho en otros tiempos unos mozos como nosotros, de valor y de vergüenza! Ni usté mataría toros ni yo andaría por los campos perseguío como una mala bestia.

Más de la mitad de los guerreros portugueses que hasta allí habían acompañado a Morsamor, resolvieron quedarse en Macao; pero los otros más decididos, así como los antiguos tripulantes, formaban muy completa dotación para la nave a la que Morsamor quiso cambiar el nombre que antes tenía sin duda, aunque no sabemos cuál fuese, y la confirmó con el antiguo, clásico y mitológico nombre de Argo.