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Actualizado: 11 de mayo de 2025


El viento le fue propicio y avanzó con rapidez hacia el Sur. Aunque había llegado el verano de aquellas regiones, el frío empezó a sentirse. La costa parecía que no acababa nunca. Lo que iba acabando era la paciencia de Morsamor y de sus compañeros. El estrecho deseado apareció por fin, consolándolos y entusiasmándolos. La nave Argo entró por él con valentía.

A usté le han dicho que hay que darme argo cuando me voy de un cortijo; pero eso es pa los otros, pa los ricos que ganan er dinero de rositas. Usté lo gana exponiendo la vía. Somos compañeros. Guárdeselo, señó Juan. El señor Juan se guardó los billetes, algo contrariado por esta negativa del bandido, que se empeñaba en tratarle como a un compañero.

Juan, no te quejarás de Madrí dijo el Nacional .Te has hecho con el público. Pero Gallardo, como si no le oyese y deseara exteriorizar los pensamientos que le preocupaban, contestó: Me da er corasón que esta tarde va a haber argo. Al llegar a la Cibeles se detuvo el coche. Venía un gran entierro por el Prado, camino de la Castellana, cortando la avalancha de carruajes de la calle de Alcalá.

Cuando llegaron a Madrid tuvo que hacer nuevos esfuerzos para impedir que su compañera corriese al hotel donde estaba su marido. ¿Qué iba a conseguir con esto?... Lo vas a azará con tu presensia, y aluego irá a la plaza de mal humó, sin sereniá, y si le ocurre argo, tendrás la curpa. Esta reflexión amansó a Carmen, haciendo que se entregase a la dirección de su cuñado.

Y es lo peor para él, que mientras más mundo se descubre más el mundo se empequeñece. Leopardi no cabe en el mundo. Los tripulantes de la nave de Morsamor, de la nueva Argo, ya que con tal nombre había sido confirmada, se asemejaban más a Doña Mayor que al poeta. Todos hallaban y no sin motivo, que el mundo era mayor de lo que habían imaginado.

Pero sin que le importase mucho reconocerlos o no, Fray Blas de Villabermeja se dejó querer y agasajar y dio gracias al cielo que de su abominable destierro le libertaba. Después de tan raro encuentro, la historia de la navegación de la nueva Argo nada notable ofrece ni refiere durante más de cuarenta días. Sólo se sabe que Morsamor fue tan venturoso, que navegó con velocidad increíble.

¡Mala pata! murmuró el torero, siguiendo adelante . ¡Cuando digo que hoy pasa argo!... Era el capellán de la plaza, un entusiasta de la tauromaquia, que llegaba con los Santos Oleos bajo la chaqueta. Venía del barrio de la Prosperidad, escoltado por un vecino que le servía de sacristán a cambio de un asiento para ver la corrida.

Como no hay mala ventura que no tenga término, la nave Argo logró casi vencer los obstáculos todos y se encontró al final del estrecho y muy próxima a lanzarse en la amplitud del Atlántico. Larga y profunda calma tuvo, sin embargo, parada la nave e impaciente su tripulación durante muchas horas. Pero, no hay mal que por bien no venga.

La nieve de sus picos, como obeliscos y pirámides de bruñida plata, se duplicaba por el reflejo, y a par que resplandecía en lo sumo del aire se veía en el temeroso fondo del agua, donde, duplicándose también el cielo, hacía que imaginase Morsamor que la nueva Argo estaba suspendida entre dos abismos.

has heredao argo afirmaba la gitana con una convicción que no admitía réplica. ¡Qué he de heredar yo, pobre de mi! contestaba la sencilla criada. Bueno; pues heredarás. Y seguía el juego. La sota: otra vez la mala mujer, que había de ser su perdición si no la anonadaba haciendo lo que ella le dijese.

Palabra del Dia

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