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Recibiré, pues, a Francisca... Qué penoso momento... Con tal de que tenga valor... 28 de marzo. He visto a Francisca y he tenido con ella una escena muy dura. La abuela me había suplicado tanto que me dominase, y tan vigorosamente me había sermoneado el padre Tomás, que estuve casi correcta. Francisca entró un poco desconcertada. Evidentemente tenía conciencia de su mala acción.

Señor Fabrice continuó aquélla cada vez más desconcertada y más conmovida , tengo que entregarle aún otra carta... Le está personalmente dirigida. Veamos, señora.

Al decir yo, Guillermina se ponía la mano en el pecho y daba a sus ojos la expresión más hermosa. «Yo, yo... ese día, iré a confesarme con usted como usted se confiesa ahora conmigo». Esto dejó a Fortunata tan desconcertada, que sus lágrimas se secaron de improviso. Miraba con verdadero espanto a la rata eclesiástica.

D. Oscar no estaba de acuerdo con esta manía, pero la toleraba bondadosamente como una debilidad femenina. Algunas veces le decía sonriendo con superioridad: Vamos a ver, doña Tula, ¿quiere usted decirme qué utilidad reportan las flores? La señora quedaba desconcertada. ¡Las flores son muy bonitas, don Oscar! exclamaba llena de despecho. Bonitas, convengo en ello... pero no son útiles.

La vizcondesa lanzó un ligero grito, titubeó un momento, mas advirtiendo que se hallaba demasiado lejos de la habitación para ser oída, arrodillóse delante de la joven desmayada e hízole respirar su frasquito de sales, prodigándole al mismo tiempo dulces palabras. Beatriz volvió lentamente a la vida, y mientras se levantaba desconcertada y atónita: ¿Qué he tenido? murmuró en débil voz.

Comenzó por abrir la carta con la punta de los dedos; me miró sonriendo, leyó unas cuantas líneas, volvió a sonreír, y por último, aumentando su jovialidad, prorrumpió en una franca carcajada que a me dejó desconcertada. Con todo, como acabó de leer la carta de cabo a rabo, ya iba yo recobrando una ligera esperanza, cuando súbitamente vi que la rasgaba.

Desconcertada un instante bajo el golpe de tal desencanto, la baronesa recobró pronto su sangre fría y con agrio tono repuso a su sobrino: Después de todo, yo no veo en eso más que niñerías... baladronadas de muchacha que juega a la señora... apostaría que a pesar de eso no dejará de ser con el tiempo una honrada y amable esposa. ¡Es posible! pero no quiero exponerme a la prueba objetó Pedro.

Ainda mais, la que llevas ahora es de un color así como grosella... Rosalía oyó esto desde la puerta. Desconcertada al pronto, no tardó en recobrar su serenidad, y dijo riendo: ¿Pues no dice que llevo bata de seda?... , para batas de seda estamos... Ahí tienes lo que te vale asomarte a la ventanita.

Cuando la dama dejó de hablar, sacó el padre Cifuentes a relucir la tabaquera de cuerno, con su heraldo obligado, el pañuelo a cuadros azules y verdes, y con la mayor naturalidad del mundo dijo resueltamente: Su hija de usted no tiene vocación, señora condesa. Quedóse Currita estupefacta y desconcertada, y tartamudeó moviendo la cabecita: Pues ella me había dicho... Yo creía...

Para concluir el imperfecto retrato de aquella visión divina que dejó desconcertada y como muerta a la pobre Nela, diremos que su tez era de ese color de rosa tostado, o más bien moreno encendido que forma como un rubor delicioso en el rostro de aquellas divinas imágenes, ante las cuales se extasían lo mismo los siglos devotos que los impíos.