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En las Cuatro Calles, frente a las ruinas seculares de la calle de Sevilla, coronadas ya, como las de Itálica, por el amarillo jaramago, tomó Jacobo un simón para evitar la afluencia, eterna en aquel sitio, de gentes que van y vienen, formando en las aceras cordones interminables de hombres, de mujeres, de niños, cobijados todos aquel día bajo sus paraguas, que remedaban, yendo y viniendo y cruzándose, una larga procesión, una contradanza fantástica de hongos fenomenales.

Sevilla os mostrará una catedral gótica y templos bizantinos; Itálica ruinas de que estan brotando aun torrentes de poesía, ruinas medio cubiertas de musgo en que la fantasía cree distinguir aun la sombra de los emperadores cuyas cunas de marfil y oro rodaron dentro los muros de aquella ciudad famosa.

El árabe jactancioso manda al punto que se á los Cristianos el precio convenido, que reciben en dinares de oro, y les insta para que desocupen prontamente el local, porque Abde-r-rahman es ya de edad avanzada, y urge que los suntuosos despojos de Itálica, Mérida y otras ciudades monumentales de los orgullosos Romanos, reciban su providencial colocacion en el soberbio edificio que levanta á Mahoma junto al gran rio de la Bética la raza predestinada que avasalló á los antiguos dominadores del orbe en cuantas provincias reconocian la autoridad de Heráclio.

También desde sus primeros años se despertó en él la inclinación á los viajes, visitando, cuando sólo contaba diez y ocho años, la península itálica.

Fernando de Herrera, Pablo de Céspedes, el licenciado Roelas, Martínez Montañez, Juan de Malara, Baltasar del Alcázar, los Carducho, Góngora, Jauregui, Alonso Cano, Quevedo, Rodrigo Caro, autor de la soberbia elegía a las ruinas de Itálica, y tal vez Miguel de Cervantes.

Ansioso de ver la obra terminada, constitúyese en ella diariamente el infatigable anciano, mira con placer rodar sobre el marmóreo pavimento romano los fustes y capiteles que habian sustentado la enseña de Cristo confundidos con los pilares en que se habia sostenido la glorificacion del sensualismo; píntase en su atezado y enjuto rostro la alegría cuando ve enteras las magníficas columnas corintias tendidas á sus piés; confundido con la turba de los obreros, entre cuyos variados trages, indicio inequívoco de diversidad de naciones, se divisa con frecuencia la blancura de su ámplia vestidura habitual y de su turbante de finísimo lino, dispone solícito la conservacion de aquellos preciosos fragmentos, los hace clasificar cuidadosamente, manda que se unan á los que sus walíes le van enviando de Itálica y Mérida, y al mismo tiempo que avanza la obra de demolicion, promuévense sin levantar mano los trabajos para la construccion nueva. ¡Qué actividad, qué movimiento en toda la ciudad y sus cercanías!

De la Fábrica de Tabacos, pasó el monarca á visitar el museo de antigüedades, que estaba establecido en uno de los salones bajos del Alcázar, museo que se debió principalmente al célebre don Francisco de Bruna, y que se formó en gran parte con las estatuas y objetos sacados en las excavaciones de Itálica.

Antes que los domos de mosáico y las refulgentes manzanas de oro que intentan erigir los del Rhin cautiven el corazon de los pobladores de España, apresúrate á desplegar ante sus ojos el lujo seductor del Oriente; erige un santuario en que reunas á la disposicion perfecta que prescribe la Sunnah toda la belleza que la exaltada imaginacion de tus árabes sea capaz de concebir, auxiliada de las mas esquisitas formas del arte asiático, y una riqueza tal que cause maravilla á los infieles españoles, no familiarizados aun con las galas del imperio griego . Carlomagno echará mano para su construccion de las columnas y esculturas de los edificios de Roma y de Ravena : tienes para la tuya los suntuosos monumentos antiguos de Mérida, Itálica, Tarragona, Narbona y otras ciudades grandes.