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Bien pueden, para realzar su crédito y levantar su autoridad, reunirse en Junta y colmarle de vítores y aplausos; pero tan entusiasta patriotismo recordará involuntariamente el del Senado romano cuando, después de la batalla de Cannas, dió fervorosas gracias al cónsul Varrón porque no había desesperado de la salud de la patria. Yo no quiero desesperar, ni desespero tampoco.

Protectora de esperanzas casi nunca frustradas, objeto de súplicas fervorosas de los corazones atribulados, causa de inefables é inocentes alegrías, permanece desde entonces la santa Vírgen de Villaviciosa en la capilla que lleva su nombre, sin habérsela bajado de su altar mas que para las procesiones que en torno de la catedral se celebran cuando se implora su poderosa mediacion, y en el año 1710 para la costosa y poco acertada obra de renovacion que hizo el medio racionero D. Antonio Monge Maldonado.

Se las estrecharon fuertemente por unos momentos. El conde se levantó sin decir otra palabra. Cuando llegó a casa, le escribió una larga carta de seis pliegos pintándole con los más vivos colores su pasión, dándole fervorosas gracias, llamándose indigno gusano tres o cuatro veces. El matrimonio quedó concertado para cuando terminase el año de luto. Faltaban dos meses.

Animados de tan fervorosas palabras aquellos bárbaros, respondieron unánimes y conformes: «Eso no, no huiremos nosotros, y si te matan, por el amor que te tenemos, vengaremos tu muerte aunque nos hagan pedazos

En ella les manifestaba que no se sentía llamado por Dios a la carrera eclesiástica, y que antes de ser un mal sacerdote prefería aprender el oficio de su padre o embarcarse para América. Terminaba suplicándoles con palabras fervorosas que le permitiesen cambiar la Teología por el Derecho, hacia el cual se creía inclinado, y con esto no daría tan gran disgusto a su padre.

Aquella noche había en la tertulia mucha gente, y el Barón tardó bastante en volver con el abrigo, a pesar de lo habilidoso que era para tales menesteres. Las súplicas del Vizconde fueron entonces más fervorosas y reiteradas. Rafaela se quedó un momento pensativa y como vacilante. Al fin dijo al Vizconde en voz muy baja: Sea; usted lo quiere y el diablo lo quiere también.

Maltrataba a su espíritu con gran valor, sofocaba en él toda aspiración, todo deseo que le pareciese pecaminoso, lo humillaba siempre que quería; pero temía al dolor físico como la más sensible damisela: de ello se acusaba al confesor y se dolía en sus largas y fervorosas oraciones. Por eso las ásperas penitencias de la joven le causaron una admiración ilimitada.

Preséntase, pues, al Rey con este propósito, y sin decir la causa; pero haciendo al Monarca fervorosas y vehementes súplicas, y prometiendo descubrirle el secreto al día siguiente, le pide que aprisione al Conde. Concédesele su pretensión, y el Duque, sin ser conocido, asiste á la entrevista fijada para otro.

Don Paco, procurando y logrando no llamar la atención, dejó a Antoñuelo a la puerta del herrador, su padre. Libre ya don Ramón del poco agradable socio de montura, se despidió de don Paco con nuevas y fervorosas manifestaciones de gratitud y se largó a su casa. Don Paco se fue a reposar a la suya.

Sólo ella encuentra natural que los pájaros se posen sobre su hombro o acompañen con sus trinos las fervorosas canciones que improvisa al son de la vihuela; o que, en los días de gran necesidad, cuando su madre o sus hermanas se sienten enfermas, maravillosas labores aparezcan, en un instante, bajo su aguja, recubriendo una a una las telas, sin agotar los ovillos.