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Por sus espacios ó boquerones se precipita la enorme mole líquida, espumante, frenética, en chorros desiguales que se multiplican en numerosas cascadas, llenando el aire de nubes de chispas luminosas, retorciéndose en el vacío como legiones de boas diamantinos, azotando las rocas con desesperacion y hundiéndose en el vasto recipiente en remolinos sorprendentes cuyo estridor aturde, impone y hace enmudecer de admiracion.... Tal parece como si el noble y viejo Rin, tan glorioso y fecundo en la historia de Alemania, animado por la conciencia de un genio misterioso, sintiese al mismo tiempo la desesperacion de perder su unidad y su calma generosa en ese abismo de rocas que lo despedazan, y el remordimiento de interrumpir la comunicacion, sobre sus azules ondas, de pueblos hermanos por la lengua, la raza, las tradiciones y los intereses.

Mas así no será, que de Varela Todos van á clamar sobre la tumba, Que es un cobarde el que á pelear no vuela, Su canto de victoria ya retumba Y en medio de las huéstes debeladas Resuena el estridor de las espadas.

Aquel es un país libre, de poblacion inteligente, activa y honrada, que me habia impresionado muy agradablemente. El Mediterráneo estaba tranquilo como un lago, y su silencio absoluto no era interrumpido sino por el estridor de la maquinaria del vapor, y los resoplidos que de tiempo en tiempo lanzaba ese dragon de hierro y de vientre inflamado que se llama locomotiva.

Llegó hasta sus oídos el repiqueteo de una campanilla, el rumor de la gente al arrodillarse o al ponerse de pie, y una voz conocida, la voz del tío Ventolera, lanzando en tono cantable las respuestas de la misa con el estridor de su boca sin dientes. La gente aceptaba sin reírse estas ingerencias de su locura senil.

Daba fiestas a lo Trimalción; y, en las horas más ásperas de la furia libertina, cuando entre la música de las charangas, entre el estridor brutal de los cobres, rompían el «can-cán», cuando prostitutas de seno desnudo, cantaban coplas canallescas; cuando mis convidados bohemios, ateos de cervecería, injuriaban a Dios, con la copa de champagne levantada, yo, poseído súbitamente como Helio y Abalo, de un furor de bestialidad, de un odio inmenso contra lo Pensante y lo Consciente, me tiraba al suelo a cuatro patas y me ponía a rebuznar imitando al burro.

En el Seminario se murmuraba que era muy galanteador y que se introducía siempre entre la muchedumbre y en lugares muy concurridos, por disfrutar de apreturas con las mujeres. Su voz era como el estridor de un cuchillo contra un plato. Yo no podía oírle sin sentir dentera y malestar de estómago.

Apenas cruzaba un transeúnte por la retirada calle. Sólo se oía, entre el silencio, el estridor monótono de la máquina de coser que la hija de la conserje manejaba. En el jardín, las rosas, embriagadas del calor bebido durante la mañana entera, se deshacían en perfumes; hasta las frías rosas blancas tenían matices rancios, como de carne pálida, pero carne al fin.

Eran murmullos como de voleteos de pájaros en pajarera, ruido de risitas semejante a sartas de perlas que caen desgranándose en una copa de cristal, sedoso crujir de países de abanico, estallido seco de varillajes, ruedecillas de sillón que un punto corrían sobre el encerado piso, ruge-ruge de faldas, que parecía estridor de alitas de insecto.

Apenas había salido y cerrado el duque, cuando resonaron en la calle, como por ensalmo, delante del postigo, cuchilladas, y poco después, unas segundas cuchilladas más abajo, unieron su estridor al de las primeras. El duque de Lerma subió cuanto de prisa le fué posible las escaleras, llamó á algunos criados, y los envió á saber qué había sido aquello.

Eres lo último que muere De la morada del hombre, Y sin registrar un nombre Estás diciendo al viajero Que allí descansa un mortal. Deten tu paso y escucha El gemido del hermano, El rugido del tirano, El estridor de la lucha... ¡De la lucha fraternal! El alarido de guerra A tus espaldas retumba, La libertad se derrumba, De horror palpita la tierra Que en sangre teñida está.