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Célebre apotegma de D. Manuel María Pez sobre el orden armonizado con la libertad, y la libertad armonizada con el orden. Este varón insigne ocupa otra vez la Dirección con beneplácito de los Peces, los cuales, multiplicándose de nuevo, colean en todo el país. Recobran los Peces hijos sus puestos, con lo que la Administración nacional queda asentada sobre fundamentos diamantinos.

Entre estos dos rios, esto es, entre el Diamante y el de San Pedro, habitan unos indios llamados Diamantinos, gente de que los mas de ellos son cristianos, que se huyeron de los pueblos españoles, por las violencias de los encomenderos. Son estos indios muy labradores, y serán en número de 400.

Mientras fue D. Baldomero jefe de la casa, esta no se desvió en lo esencial de los ejes diamantinos sobre que la tenía montada el padre, a quien se podría llamar D. Baldomero el Grande.

Por sus espacios ó boquerones se precipita la enorme mole líquida, espumante, frenética, en chorros desiguales que se multiplican en numerosas cascadas, llenando el aire de nubes de chispas luminosas, retorciéndose en el vacío como legiones de boas diamantinos, azotando las rocas con desesperacion y hundiéndose en el vasto recipiente en remolinos sorprendentes cuyo estridor aturde, impone y hace enmudecer de admiracion.... Tal parece como si el noble y viejo Rin, tan glorioso y fecundo en la historia de Alemania, animado por la conciencia de un genio misterioso, sintiese al mismo tiempo la desesperacion de perder su unidad y su calma generosa en ese abismo de rocas que lo despedazan, y el remordimiento de interrumpir la comunicacion, sobre sus azules ondas, de pueblos hermanos por la lengua, la raza, las tradiciones y los intereses.

Los templos, las casas nuestras Levantadas en concordia Os piden misericordia, Hijos y mugeres vuestras. Ablandad, claros varones, Esos pechos diamantinos, Y mostrad qual Numantinos Amorosos corazones: Que no por romper el muro Remediais un mal tamaño, Antes en ello está el daño Mas propincuo y mas seguro.

Caminando diez leguas, se llega al rio llamado San Pedro, y en medio de este camino, á las cinco leguas, está otro rio y cerro, llamado Diamantino, que tiene metales de plata y muchos diamantes. Aquí habitan los indios llamados Diamantinos, que son en corto número.

¡Solo Dios lo sabe!... Los diamantinos dedos de la aurora perezosamente plegaban los crespones de las sombras, en el amanecer del día en que Doña Luisa debía llegar á bordo del Neblí. El gallardo brik denunciaba en su aparejo, en su fino y airoso casco, en su ligera arboladura, y en lo minucioso de su cordaje, la construcción americana.

Los voltáicos van vertiendo con sus ánforas de plata raudales diamantinos, y en la lámina del agua y en la breve escalinata, la luz blanca va escribiendo mil ensueños peregrinos, mil curiosas historietas de mundanas e inocentes, de galanes y poetas, y de flores, y de flores que vibraron entre ráfagas inquietas de los cierzos destructores, y murieron en un vértigo de amores, reposando todas, todas, al igual de las gloriosas, las espléndidas pagodas, que se aduermen, que están quietas como saurios gigantescos, cual quelónidos fosfóricos que han plegado sus aletas desgarradas en las puntas de los bancos madrepóricos. .................................................. Está lleno el gran palacio.

Su cielo, siempre lleno de luz; sus alboradas, con sus diamantinos rocíos; sus plácidas noches, con los vividos destellos de los miles de alitaptap que baten sus alas de fuego en las rojas corolas del árbol del amor; la grandiosidad de la selva con sus árboles seculares, sus misterios, sus pájaros, sus arroyos y sus flores, sonríen á su espíritu y le enseñan á amar al que enciende en los altos plenilunios la pálida faz de la sultana de los cielos, á la que Ambrosio como todos los de su raza, rinde una verdadera admiración.