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Eres un bendito; y si vivieras siempre con nosotras y no te pasaras la vida entre protestantes y ateos, serías otro. ¿Pero no sabes que me voy mañana? ¿Te vas?, ¿de veras? con vivo desconsuelo . Mal negocio. Buscando siempre la frialdad; huyendo siempre del calor de la familia. No, si aquí es donde no me quieren manifestó Moreno con aire sombrío. ¿Que no te queremos?

Los ateos hablan de la fuerza de la naturaleza, los panteistas, de la sustancia única, de lo absoluto, de lo incondicional; unos y otros han abandonado la idea de Dios, y trabajan por reemplazarla con algo que sirva de orígen á la existencia del universo y al desarrollo de sus fenómenos.

Empujados por la gravitación conservadora que se hunde en lo pasado, los liberales se lanzan al porvenir con una vehemencia terrible. No contentos con la separación de la Iglesia del Estado, que a mi juicio es un beneficio para el Estado, y para la Iglesia, la mayor parte son individualmente ateos.

Su padre, don Carlos el libre pensador, se le apareció de repente, en mangas de camisa, disputando junto a una mesa, allá en Loreto, con un cura y varios amigotes ateos, o progresistas.

A mas de este argumento puramente ontológico en favor de lo absoluto de la moralidad, hay otros mas al alcance del comun de los hombres, y no menos concluyentes. Esta razon es decisiva para todo el mundo, excepto los ateos: quien admite la existencia de Dios debe admitir su santidad; lo contrario repugna á la razon, al corazon, al sentido comun.

¡Venid, ateos, amarráos á un palo; contemplad uno de estos fenómenos y veréis cuál distinto es el sofisma que se fragua al calor del gabinete, á la potente al par que salvaje y majestuosa realidad que os enseña un Dios que renegáis por un mal entendido orgullo, no porque no le creáis! ¡Sabed que hay Océanos sin fondo, y que una sola línea que inmediatamente se cierra, puede sepultar todos vuestros falsos templos y todas vuestras ciudades, que por grandes y populosas que sean, comparadas con la inmensidad del Océano, son muchísimo menos que palacios de cartón que desaparecen al capricho del niño que momentáneamente recrean.

D. Pedro hizo profundas reverencias y se sentó junto a las damas, antes satisfecho que corrido por el recibimiento que le hicieron. No me importan burlas de gente afrancesada dijo mirando de soslayo a los que le contemplábamos ni de filosofillos irreligiosos, ni de ateos, ni de francmasones, ni de <i>democratistas</i>, enemigos encubiertos de la religión y del rey.

Quítate de delante, porque me falta la calma... ¡Infames, maldita sea vuestra devoción y vuestra iglesia! ¡Sois los ateos del cariño! En vano pretendió la madre acercarse: Pepe no lo consintió.

Nada, nada, señores dijo D. Pedro con ironía . Si ahora vamos a estar muy bien; si vamos a ver aquí el siglo de oro; si no va a haber injusticias, ni crímenes, ni borracheras, ni miserias, ni cosa mala alguna, pues para que nada nos falte, en vez de padres de la Iglesia; tenemos periodistas; en vez de santos, filósofos; en vez de teólogos, ateos.

¿Qué es esto? y tocándolo sólo con las puntas de los dedos, como si temiera ensuciarse, lo dejó caer al suelo murmurando: ¡Papeluchos ateos! ¡No lo tires, que después lo pide Pepe y arma una marimorena!