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Brindóse la dama a regalar a todos la insignia de la nueva orden y envióle a cada uno una preciosa corbata azul de rica seda japonesa, sujeta por un alfiler formado por una gruesa perla, procedentes todas de un magnífico collar que había pertenecido a su madre. El tío Frasquito fue nombrado por aclamación gran maestre de los ilustres caballeros, que tomaron el dictado de Mosqueteros de Currita.

No veía a Baltasar desde la disputa en el merendero, y entrole, de pronto, deseo invencible de hablar con él, para suplicar o para increpar, ella misma no sabía para qué; pero, en suma, para desfogar, para romper aquella horrible monotonía del tiempo que pasaba inalterable. Enviole el mensaje por Ana. Baltasar respondió: «Ya iré».

Si fuera rico fundara un premio Montyon para aquél que lo consiguiera. Envíole, pues, el Facundo sin otras atenuaciones, y hágalo que continúe la obra de rehabilitación de lo justo y de lo digno que tuvo en mira al principio.

Arrimándose la armada á ella, descubrimos dos bajeles de remos que estaban surtos en la Cántara, en parte donde les era imposible huir. Estaba Juan Andrea muy malo, y envióle el Duque á decir que ordenase á D. Sancho que fuese á tomar aquellos bajeles, que á lo que se podía juzgar parescían galeotas.

Son monísimas... Y no haga usted más compras: le mandaré un par de medias azules para cada uno, y creo tener un buen pedazo de piqué que podrá usted utilizar. En cambio de las cosas que con tanta zandunga iba recuperando, enviole un lío compuesto de informes retazos, cintas y recortes que, en puridad, no servían para nada.

De este modo, al tomar su licencia en Madrid, salió hacia su pueblo sin penas ni alegrías; y al mirar a la corte desde lejos, envióle una despedida que tanto podía significar «adiós para siempre», como «hasta la vista».

El Miércoles Santo enviole su tía con un recado a casa de Samaniego, y después de estarse allí gran rato, oyendo tocar la pieza, notó que doña Casta hablaba muy vivamente con Aurora. «Vaya, hija, que hoy nos has dado un buen plantón. ¡Tres horas esperándote!... ¿A qué tienes que ir hoy al obrador, si hoy no se trabaja?... Lo mismo que el Domingo de Ramos... Toda la tarde en el obrador, y luego viene Pepe y me dice que ni has aparecido por allí ni ese es el camino. ¿En dónde estuviste? ¡En casa de las de Reoyos! ¿Y qué hacías tantas horas en casa de las de Reoyos?

San Vicente, a pesar de su destreza sentíase vacilar ante aquella máscara cruel, toda confianza, toda vigor, toda coraje; y, por fin, temiendo que el corazón le flaqueara, hizo una falsa y enviole a Ramiro una punta derecha y veloz como un dardo. El arma atravesó de parte a parte el coleto por el costado, rozando la carne.