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CUESTA. ¿Y no podrá decirme... a , que...? ELECTRA. ¡Ay, no! CUESTA. Por Dios, tenga usted confianza conmigo. ELECTRA. Ahora no puedo. Tengo que vestirme. CUESTA. Bueno: ya hablaremos. CUESTA. Vístase usted... y mañana... ELECTRA. , mañana. Adiós. Quiero darle otro besito. Cuesta la sigue con la vista. CUESTA, DON URBANO, EVARISTA; después ELECTRA. Perdone usted el plantón, Leonardo.

Y volviendo al peldaño, charló con su compañero de plantón: «¡Qué alma de mujer...! ¡Ay!, tengo el genio tan vivo, que rompería la puerta, cogería al niño y le llevaría a que le dieran de mamar... ¿Es usted médico?». No, señora; soy farmacéutico.

Si esto no es mirar pa tras... Vamos, que ahora, si usted estuviera mal de fondos, bien podría intentar otro negocio como aquel... y no con moneda falsa, sino con legítima. Ballester se reía y Maximiliano estaba muy serio, lo que reparó la fundadora, apresurándose a decir: «Si no fuera por estas bromas, ¿cómo pasaríamos el horrible plantón?

El joven no hizo ademán alguno que indicara intención de moverse, y en la misma actitud perezosa en que estaba, mirando de soslayo a sus compañeros de plantón, dijo así: «Hace como unos cinco cuartos de hora iba en un coche por la calle de Atocha... Entró por la calle de Cañizares... Hace como unos tres cuartos de hora, vi el mismo coche atravesar la plaza de Santa Cruz hacia la calle de Esparteros...».

Más claro, a las dos nos está dando el plantón hache, y yo estoy que no lo que me pasa, más muerta que viva... llena de rabia, llena de celos. No he de parar hasta cogerle, y de veras te digo que si le cojo, y si cojo a la otra, me pierdo. Yo vengaré a la mona del Cielo, y me vengaré a . No quisiera morirme sin este gusto.

El niño rompía el pescuezo mirando para los balcones, y usted atormentándole con su ausencia. ¡Pobre señor!... toda la tarde calle arriba calle abajo... Fortunata palideció, y con la mayor seriedad del mundo se dejó decir: «¿Quién... y cuándo?...». No se haga usted la tonta... Pues ayer tarde, cuando se retiró, ¡iba con una cara de mal humor...! Plantón como aquel no se ha llevado nunca.

Andresito percibía a medias esta escena, coreada por las risas de los parroquianos. La ingrata no reaparecía, y él estaba extenuado por el dolor y por un plantón de tantas horas. No le vendría mal sentarse, aunque fuese en el cafetín; pero no; ¡firme allí! aunque muriese de pie, como los antiguos romanos. Obscurecía.

Pero como se asemejan el ave de corral y el águila, porque las dos se cubren de plumas. Cansado del monótono espectáculo que ofrecían los bueyes, tirando entre el clamoreo del gentío que no se fatigaba del largo plantón, el doctor se distrajo examinando el aspecto de las casas y las personas.

Las burguesas de exuberantes carnes y respiración angustiosa dejábanse caer en los mullidos sillones, fatigadas por tan largo plantón, mientras las niñas correteaban o volvían como distraídas a los balcones, para ver si en la obscura plaza, perfumada de incienso, permanecía aún el grupito de adoradores.

Y miraba su oficina, la ancha acera, con su incesante corriente de transeúntes y sus vendedores, de plantón, pregonando billetes del próximo sorteo, gomas para los paraguas, libros baratos y perrillos de cría con un cascabel al cuello. Se despidió Maltrana del señor Manolo, luego que éste le prometió interceder cerca del Mosco para que los perdonase.