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Actualizado: 28 de julio de 2025


Debemos, pues, resignarnos al plantón, sentarnos todos en la parte del camino que nos parezca menos incómoda, para esperar a que pase la Prensa, despertadora de las muchedumbres en materias de arte; que al fin ella pasará; no dudemos que pasará: todo es cuestión de paciencia.

Estaremos de plantón hasta que se cierre y nos dirán que volvamos mañana... Campistrón no era tan orgulloso cuando cantaba conmigo la Favorita en Perpiñán...

No hay que añadir que los ángeles se marcharon con viento fresco en cuanto dieron conocimiento de su mensaje a Mordejai, y este cogió sus trebejos de sahumar, la pipa, la ración de cáñamo en un papel, y se fue caminito del Matadero: el largo plantón que le esperaba, se le haría menos aburrido fumando.

Lo mismo habíale ocurrido con otro cliente, un saladerista más exacto que un reloj y cuya palabra podía venderse al peso; es decir, lo del plantón repentino, que no hubo necesidad de pedir la razón a la fuerza, pues el hombre las dió tan justas y aceptables, que Rocchio se conformó y aun llegó a disculparse por haberle molestado tan temprano. ¡Otro reloj descompuesto que no marcaba la hora!

Cogió el sombrero, arrancó el velo, y tiró todo sobre el sofá, malhumurada. Ella no se quejaba del calor, sino del tufo a tabaco, a vino, a demonios, que había dejado el tío Agapo. ¡Y luego el plantón de la tienda! Dos horas de revolver, de hablar, de levantarse, de volverse a sentar, para salir con las manos vacías.

Las cuatro mujeres no paraban el pico hasta las doce, y por eso Ballester, aquella noche, al ver que se armaba el nublado de ropa blanca, cogió por un brazo a Maxi y le dijo: «Nosotros nos vamos a ver una piececita en Variedades». Dicho se está que Olimpia, no participando de la presunción ni del entusiasmo mercantil de su mamá, seguía posada en el antepecho del balcón del gabinete, viendo pasar la sombra melancólica del aburrido Aristarco, y arrojándole desde arriba alguna palabrilla, para que endulzara el plantón.

Era Ballester, quien al verla, se quedó algo cortado. «¿Viene usted a esta casa? le dijo la dama . Pues tómelo con paciencia, que el pájaro voló. La señora esa se ha ido a la calle. Dentro están el chico y la criada; pero como se llevó la llave, no podemos entrar. Aguante usted el plantón, como yo, si no tiene prisa, que ya no puede tardar». ¡Pero si le habíamos prohibido que saliera!

El Miércoles Santo enviole su tía con un recado a casa de Samaniego, y después de estarse allí gran rato, oyendo tocar la pieza, notó que doña Casta hablaba muy vivamente con Aurora. «Vaya, hija, que hoy nos has dado un buen plantón. ¡Tres horas esperándote!... ¿A qué tienes que ir hoy al obrador, si hoy no se trabaja?... Lo mismo que el Domingo de Ramos... Toda la tarde en el obrador, y luego viene Pepe y me dice que ni has aparecido por allí ni ese es el camino. ¿En dónde estuviste? ¡En casa de las de Reoyos! ¿Y qué hacías tantas horas en casa de las de Reoyos?

Al estar de plantón en una esquina, aguardando el revoloteo de una falda y el trotecito en la acera de unos pies femeniles, se imaginaba haber remontado el curso del tiempo y que aún tenía diez y ocho años, lo mismo que cuando esperaba en los alrededores de un taller de modisto célebre.

Para fijar el día, tuvo que pensarlo porque no quería dar cuenta a doña Lupe de tal visita, temerosa de que metiera en ella su cucharada, y discurrió que era preciso escoger un día en que la de los pavos fuera al Monte de Piedad. «El viernes... ¿le parece a usted bien?, de diez a once de la mañana». Perfectamente... Adiós, hija, conservarse. Que la espero a usted. Que no me un plantón.

Palabra del Dia

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