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Engranaje municipal. El Gobernadorcillo, el Teniente mayor y el Juez mayor. Bambalinas y bastidores. Votación. Forma de hacerse. Ternas. Constitución del municipio. Las principalas, de oficio. El sorteo. Manera de verificarse. Fisonomía de un día de quintas en Filipinas. Los alrededores de un tribunal y el interior de un hogar. Deducciones y apreciaciones. Lógica pura. La cena.

A un campanillazo y un principia el sorteo metió mano en la banga el niño de la derecha, sacó un canuto, el Auxiliar de Fomento desdobló el papel, lo dió al Alcalde y este leyó: Cabecería, número cual: Fulanito de Tal. Los escribientes buscaron en sus listas la cabecería y apoyaron los puntos de la pluma al margen de Fulanito de Tal.

Mientras el Alcalde hace el escrutinio de canutos que precede al acto del sorteo, hagamos una pequeña digresión y veamos los actos que preparan una elección. Me río yo de todos los muñidores de por allá, pues créanme mis lectores, hay camisa por fuera de por acá que les pueden dar, no digo cruz y raya, sino un centenar de calvarios más rayados que libro mayor de comerciante chino.

Pero, en fin, hablando, hablando, Ángel sorteó con habilidad los estorbos de la introducción, y llegó lo antes que pudo al tema de sus angustias. Tardó bastante, pero lo expuso bien, sin ocultar un ápice de cuanto sabía. De todo habló, unas veces conmovido y otras veces animoso, pero siempre con buen arte; y Leticia, mientras le estaba oyendo, parecía devorarle con los ojos.

¿Quién te dice a ti... que al sorteo voy y miro la lista, y me veo un mil ciento veintidós como un sol? Me quedé aturdida; y mucho más, porque el premio era de los grandes: cerca de mil pesos. Sólo que, como la metá es del Niño, a me queda el dote limpio y pelado.... ¿Y tu tía? preguntó Amparo, como si censurase el regocijo de Carmela.

Y emprendía el viaje de París a Sevilla, pensando con orgullo en su padre y sus abuelos, que habían sido capitanes de los «judíos» de la Macarena, y en él mismo, que proporcionaba nueva gloria a esta herencia de los antepasados. En un sorteo de la Lotería Nacional había ganado diez mil pesetas, y toda la cantidad por entero la dedicó a un «uniforme» digno de su graduación.

Sorteó Maltrana, echando una moneda en alto, el lugar de cada uno de los combatientes. Luego los acompañó a sus respectivos sitios con una gravedad fúnebre.

Otro día se encargó de tomar un décimo para el próximo sorteo; la vieja, por tranquilizar su conciencia de empedernida jugadora, le dijo que si «le caía» partirían como buenos amigos.

Como el edificio en que las sesiones se celebraban, ó sea la casa consistorial, estaba á dos pasos de la iglesia, á medida que ésta se desocupaba iba llenándose la otra, deseosos los vecinos de saber de que se trataba, pues ni había carreteras que componer, ni arbitrios que rematar, ni repartos que hacer sobre el territorial, ni sorteo de mozos para el ejército, ni siquiera ajustes de puertos y pastores.

De la ciudad, por ejemplo, se le pedían franquicias más o menos latas para el comercio o la navegación, a título de no qué méritos contraídos por la plaza en determinadas crisis políticas... o meteorológicas, pues cuando se trata de pedir, toda razón se alega por motivo justo: del distrito le exigían carreteras o canales; y tal cual elector, porque había perdido la cosecha, por obra de no qué plaga, pretendía que se le perdonara la contribución de aquel año, amén de dársele grano para la nueva siembra, y de declarar desde luego exento del servicio militar a un su hijo que debía entrar en el sorteo próximo.