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Eso es lo que murmurabas durante tus largos silencios ... ¡Me hacías traición en pensamiento, antes de hacérmela en acción! Pero ¡yo te arreglaré! ¡Tengo sobre ti autoridad! Que usted se atribuye, pero que no existe. No tengo más dueño que mi marido.... ¡Yo te separaré de él! gritó la solterona en el colmo del furor. Desafío á usted á que lo haga. ¡Ah! ¿ me provocas?

Después... ¡a qué decirlo!... Me dijiste: «te amo», y quise callar, y no pude; y cuando intente matar tu cariño con una palabra desdeñosa, se abrieron mis labios, y dijeron: «¡yo también te amo, te amo, Angelina!... Oyeme. Me has lastimado el corazón; has entristecido mi alma.... Pero te perdono, te perdono, porque lo has hecho sin saber lo que hacías.... Estoy segura de ello.

¡Todo te lo debo a ti!... y si vieras el bien que me hacías cuando me estimulabas a reaccionar en los días en que me sentía más abatido... Hoy recuerdo perfectamente la intensa influencia que ejercías en mi espíritu y la situación de ánimo en que me dejabas después de aquellos sermones inacabables... Eso es historia antigua, te diré a mi vez.

Ya pueden ponerme los vestidos que quieran: debajo de ellos siempre estará Demetria, la misma rapaza para quien hacías zampoñas y buscabas nidos allá en el monte, la misma que acompañaste en las romerías tantas veces. El mozo de la Braña escucha estas nobles palabras con alegría y guarda silencio paladeando su sabor delicioso.

¡Ah! ¿Eres , Juanito...? dijo doña Manuela . ¿Qué hacías? Lo de siempre. Estaba trabajando en los libros de la casa, ordenando el trabajo para el próximo inventario de fin de año.

El pensamiento aquel, caía en su cerebro como la piedra en un lago, revolviendo las aguas. Pocos momentos después, la calma volvía a su espíritu. Quedaba puro y tranquilo como el lago. Un día, al entrar repentinamente en la habitación de su cuñado, le encontró examinando un revólver. Al verla trató de ocultarlo en el cajón de la mesa que tenía abierto y se puso colorado. ¿Qué hacías?

Pero, si la memoria no me es infiel, has dicho muchas veces que no podían tomarse en serio sus pretensiones, y hasta se me figura que te tenían sin cuidado las torturas que le hacías sufrir con tus desdenes. Así es, tío mío; pero de entonces acá he cambiado de opinión, y esa constancia y esa abnegación de un amor sin esperanza me ha enternecido hasta tal punto que...

El Miércoles Santo enviole su tía con un recado a casa de Samaniego, y después de estarse allí gran rato, oyendo tocar la pieza, notó que doña Casta hablaba muy vivamente con Aurora. «Vaya, hija, que hoy nos has dado un buen plantón. ¡Tres horas esperándote!... ¿A qué tienes que ir hoy al obrador, si hoy no se trabaja?... Lo mismo que el Domingo de Ramos... Toda la tarde en el obrador, y luego viene Pepe y me dice que ni has aparecido por allí ni ese es el camino. ¿En dónde estuviste? ¡En casa de las de Reoyos! ¿Y qué hacías tantas horas en casa de las de Reoyos?

Esta enrojece como una amapola y temblando de emoción se lo entrega, mientras la desairada Telva se muerde los labios pálida de cólera. Nolo se acerca á Demetria y le hace igual petición. La niña se lo tiende con sonrisa melancólica. Luego, emparejados, se alejan departiendo entre los árboles. ¿Qué hacías mientras tanto, linda y burlona morenita?

Lo has hecho, indudablemente, sin saber lo que hacías, porque eres buena y espero que el arrepentimiento te volverá á la gracia de Dios. ¿ sabes lo grave que resulta tu falta? ¡Una muñeca como , una mocosa que debe vivir agarrada á las faldas de su madre y no sabe una palabra de lo que es el mundo, querer arreglarse por misma el porvenir, y engañar á mamá, escuchando las proposiciones de un hombre, sin saber si éste puede ser del gusto de sus padres y de las personas de buen consejo que los rodean!