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Jacinto, tirando nerviosamente de su patillita rala, pensaba que aquel hombre se ponía muy fastidioso, cuando tomaba la palabra; contestaba con signos afirmativos a las disquisiciones del portugués, reservando su opinión para no caer en la polémica.

El Duque, que había comenzado a enumerar las ventajas de que los españoles estábamos dotados, no acababa de salir del contorno, de la luz, del color, se perdía en disquisiciones pictóricas que los comensales escuchaban con los ojos muy abiertos, sin comprender, moviendo con pereza las mandíbulas. Pero sin dejar de hablar atendía a Venturita.

Saltaba alegremente el carruaje sobre el empedrado de las calles. El gran fisiólogo iba de humor excelente y departía sobre su famoso descubrimiento con Rivera, que apoyaba con vivos movimientos de cabeza sus disquisiciones. Luego que salieron de la villa y empezaron a correr por la carretera tuvieron un gracioso encuentro.

Pero pongamos a un lado estas sabias disquisiciones y contentémonos con declarar que, allá por el tiempo en que ocurría lo que voy contando, era punto menos que imposible proveerse en el Brasil de leche de vacas y butiro fresco para tomar el , por donde, cuando un egregio personaje quería tomarle en compañía de alguna dama muy querida, enviaba él de antemano a la casa de ella la leche de vacas y la manteca.

Estaban sentados, en una de las glorietas con otras varias personas y charlaban animadamente aparte. Cada vez que pasaba por delante de ellos con Peñalver, su corazón se encogía: apenas entendía ni escuchaba siquiera las sabias disquisiciones que su ilustre compañero le iba vertiendo en el oído. Hágamelo usted bueno respondió con sonrisa modesta el joven . Aquí no hay más sabio que el señor.

Figura en primer término entre estos autores, el Capitán de navío de Académico de la Historia D. Cesáreo Fernández Duro, que ya por los años 1875 y 76 hizo estudio especial del asunto publicándolo en el Museo Español de Antigüedades y en las Disquisiciones náuticas.

Fernández Duro en sus Disquisiciones náuticas. Lo concerniente á pertrechos, armamento y efectos varios han esclarecido relaciones de viajes regios y de jornadas militares, reunidas por el mismo académico, en junto con inventarios en que se expresa el parte de naos, su artillería, tripulación sueldos, raciones, ordenanzas, deberes y atribuciones.

«La ley del perdón es necesaria, porque el mal es universal, y sin ella nadie podría tener esperanzas de salvación.» ¿Se derivaba esta idea de una persuasión abstracta, o más bien de la conciencia de alguna culpa personal suya? Poco a poco iban entrando en juego otros temas: en algunas páginas no se leían más que disquisiciones acerca de los problemas de la vida.

Uno de sus admiradores, antiguo juez aficionado á las disquisiciones filosóficas, había hecho su diagnóstico. Tiene la enfermedad de muchos grandes hombres. Su peor enemigo es «la loca de la casa». Este era el apodo que el filósofo Malebranche había dado á la imaginación.

Había, por ejemplo, en sus discursos una fuente hipervertical de la cual manaban rayos convergentes que nadie sabía qué mil diablos significaba ni de dónde la había traído, aunque la emplease como soberano recurso en las disquisiciones más profundas. Había también unas ínsulas metódicas y unas gravitaciones intermitentes que dejaban estupefactos é inquietos á sus oyentes.