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Repiques y disparos de morterete al amanecer, a medio día y a la caída de la tarde; procesión cívica a las once de la mañana; discurso de Jurado y versos de Venegas en la alameda de Santa Catalina, y fuegos artificiales en la Plaza principal, bautizada ese día con el nombre de «don Pancracio de la Vega». Este era el programa acordado por la R. Junta Patriótica, el cual, impreso en grandes pliegos de papel tricolor, fué repartido profusamente y fijado en todas las esquinas.

«Esta invitación cívica dicen Bordier y Chartón en su «Historia de Francia», electrizó todas las cabezas; las mujeres participaron del general entusiasmo y lo propagaron; los estudiantes, los seminaristas, hasta los mismos frailes, dejaban sus claustros y corrían al Campo de Marte, con un pico al hombro».

Por este solo rasgo serian acreedores nuestros poetas á la corona cívica, aun cuando no fuesen dignos de ceñir sus sienes con el lauro literario de los grandes génios. En la antigua Roma, el despotismo de Augusto tuvo por auxiliares la musa de Horacio, de Virgilio y de Ovidio; y la bárbara tiranía de Neron tuvo por aduladores á Séneca y á Lucano, notables poetas de la decadencia latina.

La comprobación de estos hechos, y las críticas que hago, inspiradas en mi educación cívica, tan distinta de la que impera en Colombia, fueron más de una vez compartidas en Bogotá por hombres ilustres que veían con más claridad que yo los inconvenientes de esas prácticas viciosas.

Pues no hay más sino que mañana habrá procesión cívica en honor de Riego, cuyo retrato será paseado por todas las calles de la Corte. Bien, bien dijo uno de los oyentes. ¿Íbamos á consentir que se maltratara al héroe de las Cabezas, al fundador de las libertades de España? Pues lo grave es que el Gobierno está decidido á que no haya procesión. Pero es cosa decidida.

En 1881, a propósito de la traducción italiana de este libro, Sarmiento escribía: «No vaya el historiador en busca de la verdad gráfica a herir en las carnes del Facundo, que está vivo; ¡no lo toquéis!; así como así, con todos sus defectos, con todas sus imperfecciones, lo amaron sus contemporáneos, lo agasajaron todas las literaturas extranjeras, desveló a todos los que lo leían por la primera vez, y la Pampa Argentina es tan poética hoy en la tierra como las montañas de la Escocia diseñadas por Walter Scott, para solaz de las inteligencias . Y luego los ricos no despojen al pobre quitándole la venda de los ojos a los que lo traducen, cuarenta años justos después de haber servido de piedra para arrojarla ante el carro triunfal de un tirano, ¡y cosa rara!, el tirano cayó abrumado por la opinión del mundo civilizado, formada por ese libro extraño, sin pies ni cabeza, informe, verdadero fragmento de peñasco que se lanzaron a la cabeza los titanes...» . Exageraba el autor, sin duda alguna, en ese fragmento, la importancia «cívica» de su obra, atribuyendo a sólo ese libro lo que fué penoso esfuerzo de toda una generación; pero nadie podrá negar que tal fragmento define, con maravilloso acierto de autocrítica, la verdadera condición «literaria» del glorioso panfleto .

Los edificios públicos, esto es, el Palacio municipal, la Aduana, el Juzgado, la Escuela y el Hospital «Pancracio de la Vega» amanecieron muy adornados con banderas de papel y festones de «rama de tinaja», y así la casa del Alcalde, la de Venegas y la de Jurado. La procesión cívica, o, como dicen en Villaverde, el «paseo», salió muy «rascuacho» y ratonero.

Cada viejo de Mayo es flor divina De la corona cívica Argentina Y la corona cívica Oriental; Y si el viento arrebata alguna hoja Tu luz seca las gotas de congoja De nuestra patria en la divina faz.

Vestida con gran magnificencia, con un triple cuello alechugado, talle bordado, bata de rico terciopelo y apoyada en un bastón de puño de oro, había salido á ver la procesión cívica. Vista en unión de Ester Prynne, á pesar del sentimiento de benevolencia con que muchos miraban á esta última, el terror que de suyo inspiraba la Sra.